La Biblia dice en Eclesiastés 1:2
“¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión!”.
Esa es la deprimente conclusión del sabio Salomón al reflexionar sobre la triste condición del hombre sobre esta tierra. Esa fue una de las grandes razones por las quel libro de Eclesiastés tuvo muchos adversarios a la hora de analizarse su integración al canón de las Escrituras. ¿Por qué colocar un libro tan desesperanzador en una obra llena confianza?
Desde ese tiempo Eclesiastés o el Predicador ha sido incomprendido porque muchos no logran entender a cabalidad qué nos quiso comunicar Salomón con esta obra, pero una lectura o muchas si se quiere, nos puede ayudar a comprender que Salomón quería enseñarnos sobre el arte de la vida o el hombre frente al tiempo.
El tiempo es un enemigo del hombre porque lo consume y pasa rápidamente de la juventud a la vejez y ese paso puede ser terriblemente decepcionante si el hombre no encontró algo sustancial a qué dedicar sus horas, días, semanas, meses y años. El Predicador nos advierte de ese grave riesgo haciéndonos ver que el hombre puede seguir una ilusión y no lo real.
Y allí estriba la relevancia e importancia de Eclesiastés porque si el tiempo juega en contra de nosotros, también las apariencias pueden resultar demoledoras. En un mundo de apariencias, de ilusiones, pues, hombres y mujeres pueden dejarse llevar y consumir su vida en proyectos carentes de sustento.
Y eso es extremadamente frustrante porque puedes dedicarle todas tus fuerzas a una plan de vida que puede ser una ilusión, máxime cuando todo en esta vida es ilusión. Las riquezas son una ilusión, el placer es una ilusión, el conocimiento es una ilusión y ceñir nuestras vidas a buscarlos a toda costa puede llenarnos de amargura al final de nuestros días.
El Eclesiastés es una monumental obra que nos recuerda todos los días que debemos revisar en qué estamos invirtiendo nuestro escaso tiempo porque es muy escaso y porque muchas cosas que hay en este mundo son una ilusión, al hacerlo jamás diremos en nuestra vejez que no tenemos contentamiento de nuestra juventud.
El Qohelet como se llama en hebreo para nada es un texto pesimista, tampoco es un ensayo filosófico existencialista, sino una obra perfecta para llamar nuestra atención y blindarnos de ese terrible mal que es tener pocos recursos (tiempo) y desperdiciarlos (con ilusiones) y de esa forma llegar al final de la jornada satisfechos de haber vivido plenamente.
Todos llegaremos a ese punto en el que tengamos que hacer el corte de caja de nuestra vida y si atendemos al Eclesiastés habremos invertido nuestra vida en algo cierto, verdadero y no ilusorio y eso hará que nos sintamos plenos, llenos de alegría a la hora de dejar este mundo ya que supimos aprovechar ese recurso no renovable llamado tiempo.