La Biblia dice en Juan 9:24-34
Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. 25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. 26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27 Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ese, no sabemos de dónde sea. 30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. 31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye. 32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. 33 Si este no viniera de Dios, nada podría hacer.34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
Introducción
Los milagros son sobrenaturales. Un ciego de nacimiento que fue sanado por Cristo es un vivo ejemplo de lo difícil que resulta para muchas personas aceptar actos excepcionales, hechos contra toda lógica y manifestaciones del poder infinito que Dios tiene para operar a favor de los seres humanos.
El hombre que nació privado de su vista y que los discípulos que o él había pecado o sus padres para haber nacido así, enfrentó a los religiosos de su tiempo que buscaron a toda costa negar la señal de Cristo, luego se burlaron de este sencillo hombre para luego expulsarlo de la sinagoga.
La historia que relata Juan en su evangelio nos muestra claramente las grandes dificultades que tienen ciertas personas para aceptar los milagros. La razón estriba en que las maravillas de Dios pertencen al terreno de lo espiritual y los hombres somos tan naturales o tan mundanos que nos cuesta trabajo aceptarlos.
La Biblia es de hecho un libro sobrenatural porque nos muestra un Dios que de la nada hizo el mundo. Luego está poblado de milagros desde el Génesis hasta el Apocalipsis encontramos obras de Dios hechas con ese toque único en el que la lógica pierde su sentido debido a que los muertos resucitan, los enfermos son sanados y las personas cambian.
La sanidad del hombre ciego de nacimiento cimbró la estructura religiosa de fariseos y escribas porque arrolló por completo su absurdo argumento que Jesús era un irredento pecador que violaba sistemática el día sábado porque si era eso como podía orar por alguien y que esa persona sanara.
El relato deja también en claro lo rídiculo, absurdo y tonto que resulta negar lo evidente. Las evidencias de que Cristo era quien dijo ser quedaron fuera de toda sospecha con este asombroso milagro que dejó no solo perplejos a los religiosos de su tiempo, sino que los hizo ver en su lamentable y triste condición natural.
En los diálogos entre el hombre sanado y los fariseos y escribas encontramos la disputa entre quien es objeto de un milagro y quienes no creen o lo rechazan, bajo los más infantiles razonamientos, lo que nos servirá para saber lo que sucede en las personas que se niegan a aceptar la verdad de Jesús como el Hijo de Dios.
El vital camino de la natural espiritual
Para aceptar los milagros
A. Ante quienes los niegan
B. Ante quienes no los entienden
C. Ante quienes se burlan
D. Ante quienes los condenan
A. Ante quienes lo niegan
Cuando los fariseos se enteraron del milagro ocurrido a este hombre lo llamaron en dos ocasiones. La primera para preguntarle cómo es que había recuperado la vista, él les contestó lo que Jesús hizo con él, pero no creyeron que hubiera sido ciego y entonces llamaron a sus padres.
Sus padres, temerosos que los expulsaran de la sinagoga, les dijeron a los fariseos que en efecto era su hijo y que ciertamente había nacido ciego, pero sobre su sanidad, pues que la preguntaran a él que ya tenía edad para que les respondiera, lo que hicieron los fariseos por segunda ocasión que es en la que ocurre el pasaje que estamos meditando.
Los fariseos ya no pudieron desmetir el hecho de que ese hombre era ciego de nacimiento y entonces arremetieron contra Jesús, a quien llamaron pecador. La frase da gloria a Dios, es una frase preventiva o una frase de agradecimiento por una peligrosa situación en que la persona se vio y así le dijeron al antes invidente.
En otras palabras negaban el milagro acusando a la fuente del milagro, en este caso Jesús, de ser un pecador y advertir al hombre sanado que si bien estaba sano ya, debía tener cuidado porque lo había sanado un pecador. La forma de negar el milagro era acusando a Jesús de pecador. La expresión pecador no es la misma que nosotros entendemos.
Al decir que era pecador, en realidad lo colocaban entre aquellas personas que desobedecían a Dios abiertamente, es decir eran unos rebeldes, duros de cerviz.
Estos personajes nos muestran que no tenían empacho en recurrir a los más risibles argumentos con tal de negar lo que estaba antes sus ojos de manera clara y nítida: Jesús había sanado a un ciego.
B. Ante quienes no lo entienden
En el verso veintiséis encontramos a unos desesperados religiosos del tiempo de Jesús tratando de ocultar lo que era más que evidente.
Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
En sus interrogantes habían la esperanza de que el hombre contestara otra cosa, que les dijera que estaba confundido y que estaba ciego, pero un buen día su ceguera desapareció tal y como llegó a su vida de manera espontánea. Algo que nunca fue así y por eso les dice que ya se los había dicho antes.
Entonces les lanza una pregunta que les duele hasta los más íntimo de su ser: ¿Quieren ser sus seguidores? Los fariseos no entendían o tal vez no querían entender que estaban ante un milagro de Jesús y trataban de ajustarlo a un hecho casual o de plano a un suceso accidental, más que a una operación divina.
En las interrogantes encontramos también un intento de encontrar una explicación lógica a lo ocurrido, pero no había posibilidad porque ante un milagro toda lógica se extingue. Dios obra portentosamente, por ejemplo, cuando abrió el Mar Rojo, cuando envió maná en el desierto. Qué difícil entenderlo, pero más absurdo tratar de explicarlo.
La razón humana no puede ni podrá nunca entender lo que se necesita creer con el corazón, pero si el corazón se ha cerrado a la posibilidad de ver obras poderosas de Dios resultará imposible ver o reconocer las señales que Dios hace a favor de nosotros.
C. Ante quienes se burlan
De la negación del milagro por no entenderlo, los fariseso pasaron al insulto contra este hombre. Una verdadera y lamentable actitud. En lugar de alegrarse con él por el cambio radical de vida que tendría a partir de ese momento lo injuriaron. La palabra injuriar se traduce como ofensas, palabras que lastiman.
Lo hicieron de la siguiente forma:
Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ese, no sabemos de dónde sea.
Cuando una persona no puede aceptar que Dios ha hecho un milagro en nuestra vida y se molesta por nuestra convicción, entonces, se viene contra con insultos, ofensas,
Así deja en claro que le molesta que no haya manera de desbaratar o negar lo que Dios ha hecho ya que es irrefutable. Los fariseos y escribas perdieron rápidamente los estribos ante el ciego de nacimiento porque defendió lo que había sucedido en su vida gracias a Jesús a quien en todo momento atribuyó su nueva condición.
D. Ante quienes los condenan
Al ciego lo terminaron expulsando de la sinagoga. Lo hicieron porque defendió su fe con argumentos irrebatibles que los exhibieron como unos grandes incrédulos, como personas incapaces de aceptar lo evidente y sobre todo como seres casados con sus “verdades” a muerte.
Esto fue lo que los fariseos no pudieron soportar:
Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. 31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye. 32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. 33 Si este no viniera de Dios, nada podría hacer.
Un hombre que recibió un poderoso milagro les dio una sencilla, pero poderosa catedrá de teología. Dios no oye a los pecadores, entonces si Jesús fue escuchado por el Señor no es ninguna clase de pecador. Dios oye a los temerosos de Dios y a los que hacen su voluntad. En el Antiguo Testamento no hay evidencia de que un ciego haya recibido la vista.
Si Jesús no viniera de Dios, nada podría hacer.