La Biblia dice en Juan 5:5-9
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
Introducción
Juan nos acerca a una historia muy triste de un hombre que identifica solo como un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. No nos dice ni su nombre, ni su ciudad de origen, ni el nombre de sus padres. Solo nos habla de él postrado en un lugar que llama el estanque de Betesda apilado con una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
Una lista de enfermos y enfermedades incurables en aquellos día y aún en estos días. Como en la historia de la mujer samaritana, solo el evangelio de Juan recoge esta historia, no hablan de ella ni Mateo, ni Marcos, ni Lucas. Juan nos lleva a la vida de un varón que todos identifican como el paralítico de Bestesda.
El estanque de Betesda congregaba a muchos enfermos porque sus aguas eran consideradas sanadoras.
Algunas versiones de la Biblia omiten las palabras: “que esperaban el movimiento del agua.4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.”
La razón es que en muchos manuscritos no aparece, sin embargo la versión Reina Valera 1960, como otras, la ha incluido, la razón por que se ha incluido es sencilla: algunos copistas trataron de explicar de alguna manera lo que sucedía en ese lugar y lo incluyeron de esa forma. De cualquier manera el relato no se modifica en absoluto con o sin ese texto.
Es claro que a ese lugar llegaban muchos enfermos esperanzados de alcanzar la anhelada sanidad y hasta allí llegó el personaje que nos presenta Juan para hablarnos de cómo con Cristo se puede dejar de perder oportunidades.
El vital camino de lo natural a lo espiritual
Para dejar de perder oportunidades
A. Porque el tiempo pasa irremediablemente
B. Porque podemos estar muy cerca del éxito
C. Porque Cristo es nuestra oportunidad
Aunque todos lo identifican como el paralítico de Betesda porque Jesús le dice lo mismo que dijo al hombre cuyos amigos bajaron por el techo para que Jesús lo sanara, en realidad el texto de Juan no nos dice que padecía, lo que podemos deducir es que no se podía mover por sí mismo.
Alguien lo fue a dejar al estanque de Betesda donde veía una y otra vez que los enfermos se arrojaban en cuanto el agua se removía y salían sanos de la piscina, como algunas versiones traducen estanque, pero a él sencillamente nadie lo ayudaba y solo se contentaba con aspirar a soñar que algún día recibiría su sanidad.
Este es el claro ejemplo de muchos hombres que ven realizar a otros sus planes y proyectos y ellos simplemente son expectadores, son público en las gradas, mientras otros, con tal vez menos posibilidades logran alcanzar sus objetivos que se trazan y cuando una oportunidad se les presenta la aprovechan.
Jesús se acercó a este hombre. Había muchos enfermos, pero solo a él lo sanó. No se detuvo con nadie más, a pesar de que había ciegos, paralíticos y cojos. Pero lo eligió a él tal vez por el tiempo que llevaba enfermo y posiblemente por los meses que llevaba postrado junto a esas aguas sanadoras.
Quiso a través de este milagro mostrarnos que sólo mediante su persona los seres humanos podemos dejar de ver que otros se realizan y convertirnos en los sujetos de nuestro propio destino con la ayuda de Dios. Que no siempre tenemos que estar del lado de los perdedores y que solo con Cristo podemos aprovechar las oportunidades que llegan a nuestra vida.
A. Porque el tiempo pasa irremediablemente
A Juan le gusta resaltar algunos datos personales de los milagros que Jesús hizo. El vino se había acabado en una fiesta. Había seis tinajas y fueron llenas de agua y el agua se convirtió en vino. La mujer samaritana había tenido cinco maridos y el que tenía cuando conoció a Jesús no era su marido.
Ahora nos dice de este hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Casi la mitad de la vida este varón había vivido con ese padecimiento físico. Es posible que no haya nacido así porque cuando Jesús sanó al ciego, Juan nos dice que era un invidente de nacimiento y de este no nos dice eso.
Pero del paralítico de Betesda se nos dice claramente que estuvo mal casi cuatro décadas. Lo que nos hace pensar que el tiempo corre siempre a su ritmo, pero generalmente para los que tienen males físicos el tiempo parece detenerse y transcurrir más lentamente, pero en realidad pasa igual.
Jesús se acercó a este hombre que llevaba mucho tiempo sin una oportunidad para sanar. El tiempo se estaba convirtiendo junto con la enfermedad en su peor enemigo porque su edad económicamente estaba perdiendose, qué planes podía hacer así, ninguno y el tiempo avanzaba inexorablemente.
B. Porque podemos estar muy cerca del éxito
Allí en el estanque de Betesda este hombre vio a muchos enfermos sanar. Se había vuelto un gran expectador por eso cuando Jesús lo encuentra y le pregunta si quiere sanar, él le dice con suma franqueza que no hay nadie que lo pueda ayudar a ingresar a las aguas para recibir su sanidad.
El esperaba que alguien se compadecise de él y lo auxiliara para convertirse en un triunfador, para presumir a otros que él también había logrado su sanidad gracias a su capacidad para “ganarle” a otros su lugar en el estanque, pero no. No había quien pudiera hacer que él alcanzará el éxito.
Para él su éxito era su sanidad, como para otros puede ser algo totalmente distinto, pero idéntico en el sentido de algo que se desea mucho y que necesitamos bastante porque la carencia de ese bien obstaculiza nuestro desarrollo ya sea personal o material y es necesario que lo alcancemos.
Y ese hombre estaba a nada de lograrlo. Pero no llegaba. Veía a otros alcanzarlo, pero a su vida parecía que no llegaría. Veía que las oportunidades eran aprovechadas por otros, pero al parecer a él no le llegaba ninguna oportunidad y entonces comenzó a conformarse con ver a otros lograrlo.
C. Porque Cristo es nuestra oportunidad
Sin Cristo muy probablemente ese hombre pudo haber muerto en el estanque de Betesda y nunca haber recibido su sanidad. Cristo llegó a su vida en el momento exacto y le demostró que hay tiempo y ocasión para todo y para su sanidad fue ese día y esa hora en que lo encontró.
A Jesús no le interesó que no tuviera quien lo metiera en el estanque, no era necesario esperar hasta que las aguas se removieran para alcanzar su sanidad y es que con Jesús bastan sus palabras para superar cualquier contrariedad que llegue a nuestra vida y nos haga perder oportunidades.
La imposibilidad para ese hombre de aprovechar las oportunidades y su solución, Juan la plantea de la siguiente manera:
Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
Bastaron las palabras de Jesús, no tuvo más que hacer, no tuvo que seguir esperando, no importó si tenía o no tenía quien le ayudara. Fue suficiente y siempre es suficiente la presencia de Cristo.