La Biblia dice en Juan 3:26- 30
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. 27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. 29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. 30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
Introducción
Juan comenzó un ministerio poderoso. Predicaba en el desierto y hasta allí llegaba la gente a escucharlo. A pesar de tener un mensaje durísimo, la gente lo oía de buena gana e incluso de bautizaba. Fue de tal magnitud su minsterio que los fariseos tuvieron que enviar una comitiva para saber los pormenores de ese nuevo predicador.
Sus sermones eran acompañados por el bautismo que certificaba el genuino arrepentimiento de los hombres que escuchaban sus palabras a la que acudían desde gente del vulgo hasta publicanos y soldados que atendía su llamado al arrepentimiento con obras dignas de un cambio verdadero.
Cristo mismo pasó a las aguas del bautismo delante de Juan que lo identificó de inmediato como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y él admitió que estaba ante alguien de quien no era digno siquiera de desatar la correa de su calzado, dando a entender la grandeza del Señor.
Sin embargo, unos días después de bautizado Jesús, cuando ya contaba con sus discipulos algunos seguidores de Juan los vieron bautizando y entraron en un gran conflcito porque a su juicio estaban desplanzando a Juan el Bautista de su labor como precurso de Cristo y fueron y se lo dijeron al bautista.
Juan entonces, les recordó que el ministerio suyo no era un competencia con el ministerio de Cristo. Que no se trataba de quien tenía más adeptos, sino más bien de reconocer siempre que Cristo es más grande y el único digno de gloria.
Los discípulos de Juan tuvieron que asimilar que Juan no estaba compitiendo, Juan habían entendido perfectamente que su luz comenzaba a extinguirse para dar lugar a la luz radiante de Jesús. Juan tenía perfectamente claro que él necesitaba menguar ante el crecimiento de Jesús.
El vital camino de lo natural a lo espiritual
Para no competir por el primer lugar
A. Porque nos vuelve celosos
B. Porque Dios reparte diversos dones
C. Porque Cristo es quien tiene el primer lugar
Vivimos en un mundo donde se compite por ser el mejor o tener el primer lugar. No es que eso esté mal o que sea malo. En realidad sobre salir o tener una mejor posición que otro es algo innato en el ser humano, sin embargo cuando en el cristianismo el primer lugar está reservado exclusivamente para los que quieren servir.
Juan el Bautista lo comprendió perfectamente cuando algunos de sus seguidores fueron con él a cuestinarlo sobre Jesús y sus discípulos que ya bautizaban justo como lo hacía Juan y ellos pensaban que eso no estaba mal porque solo su maestro lo podía hacer, algo totalmente equivocado según la explicación que Juan ofrece.
A. Porque nos vuelve celosos
El verso veintisiete nos ayuda a comprender el ambiente en el que surge el custionamiento de los discípulos de Juan: “Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.”
La palabra “todos” es un pronombre indeterminado que señala una totalidad. Los discípulos de Juan estaban exagerando un poco porque le dijeron a su maestro que “el que estaba contigo al otro lado del Jordan” está bautizando y todos vienen a él. Ellos, entonces, que eran.
Sin embargo, buscar ser el primero o atraer los reflectores hacia nosotros tiene como riesgo o como conflicto volvernos celosos. Nos hace ver lo que están haciendo los demás y nos desconcentran o nos distraen sobre lo que nosotros debemos hacer. En la iglesia debemos comprender que cada persona tiene una función que es importante.
Sin embargo, los celos o la envidia nacen de compararnos o comparar lo que otro hacen o tienen. Los seguidores del Bautista cayeron en este grave error porque miraron a lo que estaba haciendo Jesús, aunque en realidad, como lo aclara el evangelista Juan, en realidad Jesús no bautizaba.
Ellos estaban tratando de llevar a Juan a pelear por el primer lugar con Jesús.
B. Porque Dios reparte diversos dones
Juan identificó de inmediato la equivocada percepción de sus seguidores y les aclaro en los versos veintisiete y veintiocho la situación con las siguientes palabras:
Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.
Juan sabía perfectamente quién era y cuál era su función en el plan de redención de la humanidad. Él era la voz que clamaba en el desierto y Jesús era el Mesía. Tanto él como el propio Jesús recibieron su función de parte del Padre. Él tenía lo que el Señor había decidido que tuviera y Jesús la misión que Dios le asignó.
Cuando competimos por el primer lugar olvidamos que nadie es igual. Que todos somos distintos y en esa pluralidad y variedad Dios se agrada porque cuando reconocemos que los demás son distintos y tiene dones y talentos distintos a los nuestros entonces comprendemos que no hay razón para disputar el primer lugar.
En el caso de Juan el Bautista él tenía clara su misión. Dios lo envió a bautizar y le reveló como sería el momento en el que Jesús sería bautizado y lo reconoció de inmediato al grado de afirmar convencido en las aguas del río Jordan que estaba ante el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Cuando se pelea por ser el primero las personas se frustran y se amargan porque tratan a toda costa de ser ellos los primeros en llegar, los primeros en tener, los primeros en ser, pero Juan nos muestra que cuando deponemos esa actitud nuestra forma de ver las cosas cambia automáticamente.
Así lo planteó:
El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
Hay una inmensa alegría cuando descubrimos que no tenemos que andar peleando por ser los primeros. Hay una dicha infinita cuando reconocemos lo que Dios nos ha dado y con ello le servimos con todo nuestro corazón. Juan entendió cabalmente su lugar en el plan redentor de Dios y se consagró a cumplirlo.
Buscar el primer sitio o ser reconocidos como los mejores es desgastante y nos puede haer perder los grande beneficios que hay de vivir ajustados a lo que Dios quiere que seamos sencillos y mansos de corazón porque el único grande entre nosotros siempre será nuestro Señor Jesucristo.
C. Porque es Cristo quien tiene el primer lugar
El verso veinte es sencillamente aleccionador sobre quien tiene y debe tener el primer lugar en nuestras vidas:
Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
Juan entendió perfectamente que debía hacerse a un lado para permitir que Jesús creciera en su ministerio. Se trata de un gran ejemplo para todos los creyentes porque sintetiza de manera sencilla el sentir de un hombre que supo que era un servidor, que no tenía más que una posición de precursor, importantísimo, pero al final de cuentas solo precursor.
Sintetizando este verso, Juan dijo que Jesús debía crecer y él decrecer. La palabra “crezca” que usa la versión Reina Valera 1960 se puede traducir como “hacer más grande” y “aumentar”. Jesús debe crecer en nuestras vidas, hacerse más visible y dominar la escena de nuestra existencia.
En cambio nosotros debemos menguar. La palabra menguar procede de la raíz griega “elattoó” que literalmente significa “hacer menos”. La palabra se utiliza en Hebreos 2: 7 que dice: Le has hecho poco menor que los ángeles. En la frase “poco menor” se usa “elattoó”.
Juan supo perfectamente lo estéril, lo impractico y sobre todo lo contradictorio que puede resultar en la iglesia buscar ser el primero o tratar de tener el primer lugar. Jesús enseñó está verdad pidiendo a sus seguidore no amar las primera sillas ni los primeros asientos en cualquier lugar, según leemos en Lucas 14:8.