La Biblia dice en Juan 9:1-7
Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? 3 Respondió Jesús: No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. 6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, 7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
Introducción
El sufrimiento de las personas en Israel siempre estuvo asociado al pecado. Ver así el dolor provocaba distanciamiento con quien padecía. Si estaba así era por su culpa y entonces nadie estaba obligado a hacer nada por él. Para qué hacer algo por esta clase de personas si estaban pagando sus maldades, parecía ser la lógica.
Esta actitud fría e indeferente contra quien padecía resultaba muy cómoda para quien de por sí no tenía la menor intención de hacer algo por su prójimo toda vez que la posición se barnizaba con tintes espirituales aplicando de manera general la teología de la retribución que asocia el sufrimiento a un pecado oculto o público.
Así fue como los discípulos de Jesús vieron a un hombre ciego de nacimiento que encontraron en Jerusalén. La pregunta que le hicieron al Maestro partía del hecho de que ese hombre estaba así por su condición pecaminosa y si no fue por eso, entonces, estaba así por la maldad de sus padres o sus ascendientes.
Pero Jesús les hizo ver que el hecho de que ese hombre hubiera nacido ciego de nacimiento no tenía que ver con ninguna de sus dos teorías. En realidad su situación obedecía a un plan divino que escapaba por completo al entendimiento de los discípulos que carecían de todos los elementos para conocer la razón de su condición.
Es una gran lección para todos al momento de ver el sufrimiento ajeno. Por supuesto que muchas veces el pecado es castigado severamente, pero no todas las personas sufren por esa razón.
El vital camino de lo natural a lo espiritual
Para no juzgar a la ligera el sufrimiento ajeno
A. Porque desconocemos el origen del dolor
B. Porque solo la luz de Cristo devela el motivo del dolor
El sufrimiento es una experiencia común entre los hombres y por esa razón en muchas ocasiones se trata con ligereza, claro, cuando no somos nosotros los que padecemos, porque ante el dolor de manera automática asociamos esa amarga condición al pecado personal o familiar.
Esa fue la historia de Job. Nadie de sus amigos sabía lo que estaba pasando y muchos se apresuraron a decirle que había perdido sus bienes y a sus hijos y hasta su salud por algún pecado oculto, pero en realidad estaban completamente equivocados, lo que nos enseña que lo más difícil de explicar es el sufrimiento.
A. Porque desconocemos el origen del dolor
Hay personas que en este mundo comienzan a sufrir desde que son concebidos en el vientre materno. Muchos ni siquiera llegan a conocer a sus padre porque antes de nacer ha abandonado tanto a la mamá como al hijo o la hija. Otros más padecen porque ambos padres mueren cuando ellos son pequeños y quedan huérfanos.
Y así podemos encontrar miles de casos en los que el sufrimiento se asienta en la vida de las personas. Ni que decir de casos como los accidentes que dejan muertos y heridos y en ocasiones la vida de quienes no perecen es modificada sustancialmente que nunca vuelven a ser los mismos.
El caso del hombre ciego de nacimiento del que nos habla Juan en el capítulo nueve de su evangelio nos muestra un poco la insensibilidad que los discípulos tuvieron con ese hombre al señalarlo como un pecador e incluso condenar a sus padres porque a su juicio eran también unos pecadores.
En realidad ellos ignoraban lo que ocurrió en la vida de ese hombre y en su familia por lo que nació de esa manera. Y justamente esa es la gran dificultad que las personas tenemos ante el dolor, la tribulación, el sufrimiento o los padecimientos de los demás. Es un misterio, sobre todo cuando la persona es justa o piadosa.
Juan nos hace el relato para mostrarnos el ambiente que prevalecía entre ellos a la hora de atender este asunto tan relevante en la vida de los seres humanos porque en este mundo siempre habrá dolor para las personas. Las malvadas no merecen mayor explicación sobre por qué sufren.
Pero los piadosos, esos sí que necesitan entender que nunca sabremos la razón por la que lloramos ante el dolor que vivimos cuando enfermamos o perece algún de nuestros seres amados.
B. Porque solo la luz de Cristo devela el motivo del dolor
La respuesta que Jesús le dio a la pregunta de los apóstoles es muy relevante para acercarnos al padecimiento de nosotros mismos o nuestro semejante. La gente sufre para que Dios sea glorificado a través de una actitud compasiva de sus seguidores. Es decir si uno está ante el sufrimiento de otra personas uno debe mostrarse compasivo.
La contestación de Cristo a sus discípulos tiene varias aristas interesantes sobre el tema. En primer lugar le hizo ver que dejarán de ver el dolor de los demás como si estuvieran ante una ecuación matemática porque eso no opera en todos los casos. En segundo lugar los conminó a trabajar a favor de los que padecen.