La Biblia dice en Hechos 1:24

“Y oraron así: Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos cuál de estos dos has escogido.”

Cuando escogieron al sucesor de Judas Iscariote, los once apóstoles se encontraron con que José, llamado Barsabás y Matías reunían cabalmente los requisitos de haber estado todo el tiempo que el Señor Jesús estuvo en la tierra, desde que fue bautizado por Juan hasta que subió al cielo y tenían que elegir a uno de ellos.

Ambos eran candidatos idóneos, los dos habían mostrado fidelidad, aún sin llamado como los doce y aún más: también después de la resurrección seguían con el grupo de los once, pero se tenía que escoger solo a uno de ellos. No podía haber de ningún modo trece apóstoles y entonces decidieron echar suertes, una especie de sorteo, pero antes oraron.

Y la oración tuvo como eje principal o como petición particular apelar al Señor para que los dirigieran al elegir en función de un aspecto fundamental para el servicio a Dios: las motivaciones del corazón o el móvil que hace que una persona tome tal o cual decisión. No querían fallar.

Ante una disyuntiva como la que vivieron los discípulos tenemos claro que para resolverla debemos hacer completamente a un lado nuestra opinión, nuestra lógica y en primer lugar orar pidiendo a Dios dirección. Nosotros tenemos frente a nuestros ojos apariencias, esas apariencias pueden ser verdaderas o falsas.

Sólo Dios tiene el monopolio de conocer perfectamente que hay detrás de cada persona. Sólo Dios tiene la capacidad de descubrir lo que mueve a cada persona, sobre todo cuando del servicio a la iglesia se trata. La sinceridad es una moneda escasa en todas partes y siempre se necesita la orientación divina a la hora de seleccionar o elegir.

Y así lo hicieron los once, le pidieron a Dios que los ayudara a decidir entre esas dos personas porque sólo él sabía quien cumplía mejor con el perfil y de esa manera se ahorraron muchos dolores de cabeza que vienen de colocar a una persona que tal vez tenga deseos de hacer algo, pero que a la postre termina dañando a las personas que pretendía servir.

Cuando sometemos a Dios nuestras decisiones jamás fracasaremos. Dios sabe siempre qué es lo mejor para nosotros.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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