La Biblia dice en Mateo 22: 15-22
15 Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. 16 Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. 17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? 18 Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. 20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? 21 Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. 22 Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.
Introducción
Con una interrogante que los fariseos y los herodianos hicieron maliciosamente a Jesús sobre si era adecuado o no pagar los impuestos a Roma, Jesús nos ofrece un principio básico e importante para comprender con exactitud nuestros compromisos terrenales u obligaciones como ciudadanos y nuestra aspiración a la ciudadanía celestial.
Los cristianos entramos cada tiempo de elección en esta especie de contradicción sobre si debemos o no participar en los comicios o elecciones. La paradoja no es nueva. Desde siempre ha existido este aparente conflicto entre nuestras obligaciones cívicas y nuestra marcha a la patria celestial.
Pero las palabras de Cristo o más bien las respuestas del Señor a los fariseos y herodianos, por cierto estos últimos integrantes de un partido político a favor de Herodes y partidarios de la ocupación romana en Jerusalén, nos deben ayudar que ni nuestras responsabilidades como ciudadanos de un país o una nación debe reñir con nuestra creencia en Dios.
Por el contrario debemos participar en las elecciones de manera responsable. Sabiendo por quien vamos a votar, cotejando cada propuesta, aprendiendo a distinguir correctamente candidatos y propuestas, sin apasionamientos, sino utilizando la razón y el sentido común al momento de sufragar.
El extremo opuesto del apasionamiento en estos días es la apatía y la nula intención de acercarnos a lo que tarde o temprano influirá en nuestras vidas, para bien o para mal: la instalación de gobiernos municipales, estatales o federal que en lugar de traer beneficios a los ciudadanos, se dediquen a robar y expoliar a nuestra empobrecida patria.
Estoy consciente de que abordar estos temas, siempre será polémico, pero tomando en consideración la Escritura, siempre tendremos garantizado una dirección exacta, un rumbo sin riesgo de extraviarnos. La palabra de Dios tiene mucho que decirnos al respecto porque lo hace recordándonos que al final de cuentas no somos de este mundo.
Cristo fue claro frente a Pilato, representante en esos días del poder político más grande, que su reino no era de este mundo y Pablo fue más explícito con la iglesia al señalar claramente que nuestra ciudadanía no está en esta tierra, sino en los cielos de donde esperamos a nuestro Salvador Jesucristo.
Las elecciones que se llevarán a cabo justo en siete días en este años dos mil veintiuno nos recuerdan exactamente que los cristianos tenemos una doble ciudadanía la terrenal que nos impone ciertas obligaciones y la celestial que es al final de cuentas la que cuidamos porque es la que más vale.
Elecciones 2021: Nuestra doble ciudadanía
A. La terrenal: Al César lo que es del César
B. La celestial: A Dios lo que es de Dios
Mateo nos ofrece un interesante intercambio entre dos grupos antagónicos a Jesús: los fariseos y los herodianos. En términos sencillos podemos decir que el poder religioso y el poder político se entrelzaron en los días de Cristo para llevarlo a una confrontación directa con el imperio romano con el asunto de los impuestos.
Mateo es muy claro cuando nos dice que estos dos grupos fueron a buscar al Señor para sorprenderle en alguna palabra. La intención de ellos era buscar algún argumento para acusarlo y pensaron que era buena idea cuestionarlo sobre los tributos que se tenía que pagar al imperio romano.
Con la hipocresía que caracterizaba a ambos grupos le rindieron toda clase de lisonjas diciendoles que era amante de la verdad, que enseñaba con verdad el camino de Dios y que no se cuidaba de nadie, es decir que era sincero frente a todos en razón de que no miraba la apariencia de lo hombres.
En realidad lo que buscaban con estas adulaciones era obtener una respuesta de lo que realmente pensaba sobre pagar al fisco romano. Era un hecho que los impuestos formaban parte de una de las mas molestas contribuciones que los judíos debían hacer a los romanos y todo el mundo judío, incluyéndolos a ellos mismos, vivían inconformes con ellos.
Se trataba según ellos del tema más espinoso donde podían obtener una veta para poder acusarlo con los romanos de ser un sedicioso y opositor al imperio que justamente vivía de las contribuciones obligatorias que hacian los pueblos conquistados.
De hecho la historia de Roma nos muestra que su dominio sobre todos los pueblos que conquistaban tenía solo dos grandes pilares que eran: 1. Mantener la ley y el orden y 2. Recaudar impuestos. Bajo esos dos puntos los pueblos podían seguir adorando sus dioses, incluso tener su propia forma de gobierno.
Los historiadores señalan con toda claridad que los romanos tenían tres clases de impuestos que sus súbditos tenían que pagar: 1. Tributum. 2. Stipendium y 3. Vectigal. Cada uno de ellos tenía relación con las contribuciones más sencillas hasta las más complejas. Desde las que tenía que pagar el ciudadano común hasta las que hacían los ricos.
La interrogante de los fariseos y herodianos no tenía nada de inocente. Era un cuestionamiento sumamente mal intencionado porque si respondía que no era lícito o permitido entonces automáticamente se convertía en enemigo de Roma, pero si decía que sí, entonces era un enemigo de Israel porque era un judío pro-romano.
Por eso Jesús antes de contestarles, los llama hipócritas y luego interrogándoles les dice que le muestren la moneda de tributo que era un denario y les pregunta de quién es la imagen de la moneda y ellos contestan que era del César. Es claro que el denario era una moneda de plata romana que habían acuñado con la imagen del César.
A. La terrenal: Al César lo que es del César
Cristo les dijo que ellos debían dar al César lo que es del César. En otras palabras que se debía pagar el impuesto o contribución aún cuando fuera fastidiosa. Siempre me ha llamado poderosamente la atención que Cristo podía haber dicho que no pagarán porque además de enfandoso el tema de las contribuciones era injusto porque la pagaban hasta quienes no tenían suficientemente fuerte su economía.
Pero en lugar de ese discurso revolucionario que podía tener muchos simpatizantes y que claramente rompía con el orden impuesto por Roma, Jesús optó por señalar con toda claridad que era necesario pagar lo que correspondía pagar a los hombres sobre esta tierra, dejándonos un vivo ejemplo de nuestras reponsabilidades en este mundo.
Jesús nos mostró que mientras estemos en este mundo tenemos responsabilidades que tenemos que cumplir y además de los impuestos una de ellas es la de votar. No es confiar en el hombre para que resuelva los males de nuestra nación, tampoco es un acto de fe, sino más bien es un deber que todos tenemos.
Mientras vivamos en este mundo cada uno de nosotros debe esforzarse por cumplir con nuestras obligaciones cívicas. Votar es un derecho y una obligación que nos recuerda que si bien nos dirigimos a la patria celestial, tenemos aquí en este mundo que cumplir con este llamado.
Se gastan millones de pesos tanto en la credencial de elector, las urnas y boletas electorales como para que la gente no salga a votar.
La gran interrogante que a veces nos detiene es para que sirve votar. Si votan unos cuantos pues en realidad tal vez no mucho, pero si votan todos, los candidatos verán el poder que hay en los ciudadanos y pondrán atención a su actuar, pero además votar es apenas una parte de nuestra labor como ciudadanos. Debemos vigilar el actuar de estas personas.
Dar al César lo que es del César es hacer lo que humanamente nos corresponde hacer.
B. La celestial: A Dios lo que es de Dios
Cristo les dijo a los fariseos y herodianos que las obligaciones con Dios debían cumplirse de la misma manera que las terrenales. Que no estaban reñidas unas con otras, lo que los dejó sorprendidos porque el Señor marcó una clara división entre lo que como ciudadanos nos toca hacer en esta tierra y nuestras responsabilidades con el cielo.
Por supuesto que este no es nuestro mundo. Nuestra patria es la celestial y nos dirigimos con mucho gusto a nuestro destino. Cada uno de nosotros sabe perfectamente que este mundo lleno de conflictos, adversidades y sin sabores. Nos gozamos con la palabras de Cristo de que fue a prepararnos moradas celestiales.
Al final de cuentas nosotros tenemos la eternidad asegurada por la gracia de Jesucristo en nuestra vida y eso alienta y anima siempre nuestro corazón. Nosotros vivimos cada día sabiendo que un día no muy lejano el Señor nos recogerá para conducirnos a las moradas celestiales.
Vivimos con esa esperanza. En este mundo lleno de maldad mantenemos firme nuestra fe en el glorioso Señor Jesucristo que nos ha preservado para el reino eterno del Padre celestial y por eso rendimos a Dios lo que le corresponde: honor, gloria y alabanza por los siglos de los siglos.
Nunca debemos olvidar que entre obedecer a los hombres y obedecer a Dios siempre será menester obedecer a Dios porque él es el único merecedor de toda nuestra honra.