La Biblia dice en Éxodo 28:1

“De entre los israelitas, mantén cerca de ti a tu hermano Aarón y a sus hijos Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar, para que sean mis sacerdotes.”

Por sus benditos designios soberanos Dios escogió a Aarón y a sus hijos para que se convirtiran en los sacerdotes del tabernáculo en el desierto y a partir de ese tiempo fueron sus ministros, ya no por elección personal, sino porque al descedender de Aarón y sus cuatro hijos automáticamente se convertían en mediadores entre Dios y el pueblo de Israel.

No fue una decisión de Aarón y ni siquiera de Moisés sino que nació del corazón de Dios que determinó que sería esta familia la que le serviría, lo que hizo por cientos de años con breves pausas, hasta que en el año setenta de nuestra era, cuando los romanos destruyeron el templo de Jerusalén, que hasta hoy en día no ha sido reconstruido, su servicio se canceló.

Dios escogió entre todas las familias judías del tiempo de Moisés a la de Aarón por razones que solo él sabía porque Aarón tal vez no tenía el perfil, sin embargo él se encargaría de dotarlo de la capacidad aunque para ello fuera disciplinado y formado duramente como ocurrió cuando Nadab y Abiú pecaron contra Dios y murieron instantáneamente.

Dios le mostró así a toda la familia que su elección era un privilegio, vivirían de las ofrendas, pero debían estar conscientes del tamaño de la responsabilidad. Se trataba de hacerles ver que su servicio era familiar. Que nadie estaba exento de obligaciones ante Dios. Que tendrían una vida pública frente a Israel, pero debían manejarse con mucho cuidado.

La elección divina tiene esos ingredientes siempre: es un privilegio porque nos llama, nos escoge y nos elige lo que hace que a nuestra vida vengan muchas bendiciones, pero también es una responsabilidad porque implica vivir agradado a Dios siempre y atendiendo con esmero nuestras labores.

Dios elige a determinadas personas para su servicio y les da las capacidades necesarias para ello, pero también les exige a hacer sus labores con alegría, con vocación y con gusto por formar parte del ministerio ante el Creador. La historia de Aarón y su familia es siempre un recordatario para todos los que Dios ha elegido para su servicio.

Se debe hacer con gozo siempre, se debe hacer con la mejor actitud y sobre todo se debe hacer porque Dios así lo determinó para cada una de nuestras vidas.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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