La Biblia dice en 2º Samuel 12:14
“Pero como has ofendido gravemente al Señor, tu hijo recién nacido tendrá que morir.”
La versión hebrea del segundo libro de Samuel traduce este verso así: “Sin embargo como has hecho que los enemigos del Eterno le menospreciasen, el niño que te ha nacido indefectiblemente ha de morir.” Y la mayoría de las versiones lo traducen de idéntica manera.
La versión Reina Valera 1960 traduce ese verso y va un poco más allá porque el versículo lo vierte de la siguiente forma: “Mas por cuanto con este asunto hiciste blafemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá”, lo que nos ayuda a comprender el tamaño del pecado de David.
David ofendió gravemente a Dios por muchas razones, una de ellas fue que los adversarios del Señor, los rebeldes y obstinados ante Dios, tuvieron una inigualable oportunidad para reírse y burlarse del Señor porque su mejor guerrero había caído dramática y estrepitosamente ante una mujer.
Dios, a través del profeta Natán, le reprocha a David su insensibilidad, su falta de gratitud, su descuido al olvidar todo lo que ya tenía y sobre todo el hecho de que podía tener más beneficios por ser el rey, y le expresa que con su maldad había provocado que los enemigos del Señor se regodearán en su iniquidad.
Uno podría suponer que el pecado de David solo afectó a Urías, el heteo y a Betasabe, pero en realidad la iniquidad en la que cayó había tenido graves repercusiones y el Señor no estaba dispuesto a tolerar que su nombre fuera blasfemado o menospreciado y por eso lo sanciona duramente con la muerte de su hijo.
Nos queda claro que Dios siempre defiende su nombre. Que hay una clase de pecado que hace que los enemigos del Señor se burlen de su nombre y que por esa razón quien comete o caen en semejante rebelión es castigado duramente. Aunque David había tratado de ser muy sigiloso en su actuar con Betsabe resultó que muchos se dieron cuenta de lo ocurrido y se burlaron.
La historia del pecado de David nos deja bien el claro que todo está abierto ante los ojos del Señor, que nada es oculto y que los pecados escandalosos como los sexuales hacen que los incrédulos se burlen no solo de quien los haya cometido, sino del propio Creador y por eso la disciplina y amonestación que aplica el Señor es severa.