La Biblia dice en Lucas 1:48

“Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora siempre me llamarán dichosa.”

María asumió que su elección como instrumento para la encarnación de Cristo fue un servicio, como el que presta un esclavo a su amo. Ella no pensó ni creyó que haberse convertido en la madre de Jesús obedecía a alguna diferencia especial con el de las demás mujeres en el sentido de superioridad o importancia.

Cuando el ángel Gabriel le anunció que sería madre a través del Espiritu Santo ella aceptó y dijo “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” Luego cuando visitó a Elisabet, la madre de Juan el Bautista, expresó también esta misma idea, pero en otras palabras, dijo soy “su humilde esclava”.

Esas expresiones nos muestran claramente que María comprendió y entendió que la encarnación de Cristo fue servir a Dios, pero de una manera muy particular, distinta a otro tipo de servicio que se le puede dar porque era entregar completamente su vida al Señor como un criado, siervo o esclavo tiene rendida su vida a su amo.

La navidad, la encarnción de Cristo o el nacimiento de Jesús implica poner en la manos del Señor nuestra existencia total, absolutamente sin reservas y sin ninguna condición, en la que no tenga importancia lo que se tenga que dejar o lo que se tenga que entregar al Creador porque con nada se le puede pagar lo hecho por nosotros.

José y María viajaron muchos kilómetros, los sabios de oriente dejaron su tierra y llegaron de muy lejos a Belén, los pastores dejaron sus ovejas y fueron al pesebre a adorar al Señor y así muchos otros que durante ese glorioso evento tuvieron que dejar muchas cosas y entregarse a Dios con todo su ser.

María se entregó incondicionalmente a Dios como ejemplo de servicio, considerándose una esclava o sierva y nunca como alguien con un don especial o mejor que otras, sino como una mujer profundamente necesitada de Dios y que cuando fue llamada a servirle lo hizo con todo su ser.

La encarnación de Cristo es un tiempo de servicio, pero una clase de servicio incondicional, donde lo importante es dejar egoísmos, abandonar el orgullo y la soberbia y reconocer que la mansedumbre y la humildad son indispensables para prestar un servicio a la mejor causa que puede haber en este mundo: extender el mensaje de esperanza de Cristo Jesús.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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