La Biblia dice en Proverbios 11:1
“El Señor reprueba las balanzas falsas y aprueba las pesas exactas.”
Vender litros incompletos, metros disminuidos o kilos inexactos es una práctica muy antigua porque defraudar, timar y engañar es tan antiguo como antiguo es el ser humano sobre esta tierra, según podemos apreciar en este proverbio escrito hace unos tres mil años y en el que se establece con toda claridad el rechazó absoluto de Dios a tales prácticas.
Desde el libro de Levítico, pasando por el de Deuteronomio, en el de Proverbios y también los profetas, la Escritura señala nítidamente que quienes hacen de la mentira su estilo de vida, haciendo pasar por completo un producto cuando en realidad no es así, merecen la repulsión del Señor y un severo castigo por dañar el patrimonio de su prójimo.
Inicialmente este texto va dirigido a los comerciantes o quienes trafican con productos que se comercializan en litros, metros o kilos, pero bien puede aplicar a todos porque hoy en día podemos encontramos personas que venden carros deteriorados como si no tuvieran ningún desperfecto, gente que comercializa joyas de fantasía como si fueran de oro y otras.
El fraude es un engaño. La estafa es un mal extendido en todas las actividades humanas. Ya no solo en el comercio, la encontramos en casi cada esquina y todos debemos de estar atentos para que como dice el refrán mexicano no “nos den gato por liebre” y afecten nuestro patrimonio.
Definitivamente Dios detesta a los estafadores y la razón es evidente: viven engañando, caminan por la vida defraudando y sobre todo andan dañando la economía de sus semejantes pensando que de esa forma prosperarán rápidamente, algo que en realidad nunca ocurrirá.
Salomón nos alerta para evitar caer en semejante condición. Pero también llama nuestra atención para estar alertas contra esta clase de personas. En este mundo nos toparemos con ellos y si no tenemos cuidado padeceremos a causa de sus engaños que pueden timarnos grandes cantidades de dinero.
Pero definitivamente la Biblia es clara respecto a la sanción que recibirán esta clase de personas: pagarán su osadía con creces y tarde o temprano se encontrarán con alguien que los defraude y perderán todo lo que pensaron que habían ganado. Finalmente los estafadores terminan siendo estafados.