La Biblia dice en 1ª Corintios 9:16

“Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!”.

Anunciar el evangelio, predicar las buenas nuevas y divulgar el mensaje de Cristo fue para Pablo un estilo de vida. Se había convertido en un heraldo, un mensajero del Rey y no lo tomaba con presunción, sino como una gran responsabilidad que iba más allá de cumplir con una obligación, si no como un compromiso de vida.

La vida de Pablo giraba entorno a su labor misionera. Su existencia tenía como prioridad y objetivo central llevar la verdad de Cristo por todo el imperio romano. Esa fue su meta que la llevó al límite porque no hacerlo representaba para él más que un fracaso o la abdicación de una obligación, representaba su ruina.

La interjección ¡ay! que usa en este verso nos muestra el grado de compromiso que Pablo tenía con respecto a la palabra de Dios para llevarla a los que no la conocían. La vida se le iba si no lo hacía, su existencia dejaba de tener sentido si por alguna razón dejaba de hacer su trabajo para el cual Cristo lo escogió.

El apóstol nos enseña el tamaño de compromiso que debemos adquirir para llevar las buenas nuevas de salvación. No hay tregua, no hay reposo, no hay descanso. La misión es que la mayor cantidad de personas sepan que Jesucristo salva y viene pronto a juzgar a los vivos y a los muertos.

Para que al final de nuestra jornada en este mundo podamos decir con toda certeza: he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe con la seguridad de que todo nuestro esfuerzo y todo nuestro empeño lo pusimos para hablarle a la personas de nuestro bendito Salvador.

Para Pablo no era motivo de orgullo ni soberbia el hecho de que todos los días iba por aquí y por allá con el mensaje que Cristo le encargó, él estaba convencido que el nombre de Jesús debía ser conocido hasta lo último de la tierra y a ello se entregó con una pasión desmedida que siempre nos desafía y nos reta.

La evangelización que llevó a cabo Pablo nos alienta en esas horas en las que dudamos, en los momentos que pensamos si en realidad vale la pena entregarnos a esa causa, nos recuerda que nuestro compromiso con esa labor debe ser del mismo tamaño que el compromiso que Cristo tuvo con nosotros al salvarnos.

Llevar a los pies de Cristo a los perdidos es una tarea de tal relevancia que requiere siempre de entrega y dedicación como si no hacerlo nos costara la vida.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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