La Biblia dice en Eclesiastés 4: 1-3
Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador. 2 Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. 3 Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
Introducción
Hace muchos años leí el libro La rebelión de los colgados, del escritor alemán Bruno Traven. Mientras avanzaba en la lectura lloraba por la forma que eran tratados los indígenas chiapanecos y que el autor de esa obra retrató de tal manera que era imposible no sentir rabia y coraje por la manera en que los terratenientes explotaban a esos seres.
Obligados a desmontar miles de hectáreas de los terratenientes de principios del siglo pasado, los pueblos originarios de Chiapas fueron llevados a las montañas de ese estado del sureste mexicano donde se les obligaba a trabajar jornadas interminables medidas no en horas sino en número de árboles que derribaban.
El trabajo era extenuante y la paga miserable. Una vez enganchados en las fincas de los españoles era imposible salir de ellas. Si salían lo hacían muertos. La familia que los acompañaba se quedaba en prenda si el muerto tenía deudas que debían pagar con trabajo y más trabajo.
Cuando alguno de los indígenas tsotsiles se rebelaban por las infames condiciones laborales eran colgados por los poderosos finqueros que se auxiliaban de una policía que era cruel sin medida contra quienes osaban siquiera levantar la vista para exigir un trato digno y humanitario.
La novela expone de una manera gráfica la explotación del hombre por el hombre. La denigración no solo de los oprimidos sino también de los que oprimen. Poque es un hecho que la opresión deshumaniza tanto a uno como a otro porque le quita todo rasgo de compasión hacia sí mismo y hacia su prójimo.
Bruno Traven tiene el gran acierto de reflejar con toda su crudeza la desigualdad social y presentarla a sus lectores en el México del siglo XX. Un México que se niega a irse porque aún la opresión sigue vigente. La historia de Bruno Traven trasciende porque la violencia contra los desvalidos es un mal en todo el mundo.
Esa opresión o violencia fue la que vio el rey Salomón y escribió los versos que hoy estudiaremos. Cuánta razón tenía el monarca sabio de Israel: nada nuevo hay debajo del sol. Hace tres mil años ya existía la opresión. El conflicto entre oprimidos y opresores es tan antiguo como este mundo.
Serie: El hombre se debate entre lo vano y lo eterno
Cuando mira el conflicto entre oprimidos y opresores
I. El sufrimiento de los oprimidos sin consuelo
II. El poder excesivo de los opresores
III. Porque produce una inmensa desdicha
Si ver la injusticia desalienta, cuando mira la fuerza de los poderosos contra los oprimidos no puede uno sino indignarse y molestarse, pero es difícil hacer algo más porque en muchas ocasiones los poderosos tienen todos los recursos para dañar a los más desfavorecidos y solo contempla uno su capacidad para dominar.
Salomón observó que en la tierra hay un conflicto entre los poderosos y los desvalidos. Le llamó opresión. La versión Reina Valera 1960 dice “violencia”. Un fenómeno social muy recurrente en la historia de la humanidad y que podemos ver tanto en lo macro como en lo micro. Naciones poderosas que oprimen a naciones pequeñas.
Hombres fuertes que ejercen violencia contra seres sin capacidad de responder contra tales actos de maldad. El monarca sabio vio todo eso y nos ofrece sus conclusiones para conocer una realidad dolorosa y presente en el mundo entero.
I. El sufrimiento de los oprimidos sin consuelo
Dice el verso uno del capítulo uno del Eclesiastés: Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele. La palabra opresión procede de la raíz hebrea “ashuqim”, que la versión Reina Valera 1960 traduce en Oseas 5: 11 como “vejado”.
La palabra vejación significa “humillación” y “maltrato”. La opresión a la que se refiere Salomón es aquella en la que gente con poder o fuerza humilla y maltrata a personas que carecen de la capacidad para contestar esas actitudes y por tal motivo sufren sin tener alguien que los consuele.
Salomón se asomó a lo que sucede en este mundo. Vio como la fuerza física o el dinero hacen que una persona con ambas capacidades puede dañar tanto a otros. Si bien algunas revoluciones ponen fin momentáneo a este conflicto no pasa mucho tiempo para que de nueva cuenta los poderosos vuelvan aparecer.
La pobreza mundial es el perfecto caldo de cultivo para la opresión. Millones de personas viven no solo en la pobreza, sino en la pobreza extrema y son violentados de manera constante y permanente por personas que en lugar de paliar su lamentable condición parecen empecinados en hundirla.
Salomón señala una de las vertientes de este complejo problema social. El sufrimiento de los maltratados y nadie que pueda consolarlos. Su observación apunta a la imposibilidad de sacarlos de esa condición por interés generalmente de carácter económico. Su estado posibilita que los que tienen sigan teniendo. Una lógica algo absurda, pero presente.
Salomón ha establecido en los versos anteriores a éstos que la injusticia es una condición que prevalece en los lugares donde tendría que haber justicia y en muchas ocasiones los hombres son semejantes a las bestias por la pérdida de conciencia de su fraternidad y afecto natural a su prójimo.
La violencia contra los oprimidos exhibe dramáticamente estas verdades que el rey de Israel ha planteado y de la cual podemos encontrar miles de ejemplos en nuestras sociedades contemporáneas. Como olvidar el saqueo infame del continente africano y el olvido en el que dejaron a esos pueblos.
II. El poder excesivo de los poderosos
Salomón dice en el verso uno “y la fuerza estaba en mano de sus opresores”. La historia de dictadores en América Latina es repulsiva. Hombres que pusieron de rodillas a su nación y que concentraron todo el poder en sus países tenemos de sobra y de los más crueles y sádicos.
En su estupenda novela La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa exhibe a uno de esos hombres de los que habla Salomón. Me refiero a Leonidas Trujillo, presidente de República Dominicana, llamado “el chivo”, que fue un gobernante lleno de maldad y que sin miramientos desaparecía a cualquier opositor suyo.
El día internacional para eliminar la violencia contra la mujer que cada año conmemora la Organización de las Nacioes Unidas se debe a que ese día la policía del chivo ordenó la muerte de las hermanas Minerva, Patria y María Mirabal quienes se opusieron a su régimen y después de golperlas salvajemente sus cuerpos aparecieron en un barranco.
Pero no es el único caso. En Argentina recuerdan bien a Jorge Rafael Videla y ni que decir de Augusto Pinochet que depuso a Salvadaro Allende e instauró uno de los régimenes más violentos en ese país sudamericano. Cuando hablamos de poder concentrado en un hombre los latinoamericanos sabemos de lo que hablamos.
La familia Somoza en Nicaragua, Francois Duvalier en Haití, Carlos Castillo Armas en Guatemala, son ejemplos de esta clase de personajes.
III. Porque produce una inmesa desdicha
Los versos dos y tres dicen así:
2 Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. 3 Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
La opresión que viven los oprimidos es tan grave que Salomón dice que son más felices quienes han muerto y también a quienes no han nacido porque no les ha tocado ver la maldad que se hace debejo del sol, lo que revela el nivel de violencia, humillación y maltrato que puede alcanzar en este mundo.
Y no exagera Salomón, miles de personas desaparecieron durante las dictaduras militares en América Latina. Muchas madres perdieron a sus hijos. Hubo miles de huérfanos y en una de las más crueles acciones de los seres humanos, muchas madres fueron separadas de sus hijos y entregadas a orfanatos separándolos para siempre.
Para mejor comprender lo que dice el Eclesiastés podemos referirnos a una de los más oscuros pasajes de la historia reciente de la humanidad. Cuando un hombre llegó al poder a Alemania y se empecinó en destruir a los judíos. Me refiero a Adolfo Hitler que con su poder mató a más de seis millones de judíos.
En esos días era mejor morir o no haber nacido por el horror que se vivió por años ya que Hitler encarnó de manera bestial la maldad del ser humano.