La Biblia dice en Jeremías 10:23

“Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.”

La Nueva Traducción Viviente de la Biblia traduce este verso de la siguiente forma: “Yo sé, Señor, que nuestra vida no nos pertenece; no somos capaces de planear nuestro propio destino.” Planteado de esta manera comprendemos claramente lo que el profeta Jeremías escribió hace unos veinticinco siglos.

Nos recuerda que la vida no nos pertenece. Es un don otorgado por el Creador y cuando él lo determina la existencia humana concluye. A veces nuestros días sobre esta tierra se exitinguen en el tiempo más o menos proyectado. David decía los días de nuestra edad son setenta años y en los más robustos ochenta años.

Pero en otras ocasiones termina de manera abrupta antes de lo esperado y eso nos sacude y agita hasta desestabilizarnos porque rompe con proyectos, planes, sueños y anhelos de nuestro corazón y Jeremías nos recuerda que debemos tener presente que la vida es un regalo que se renueva cada mañana cuando abrimos nuestros ojos a un nuevo día.

El profeta nos lleva a considerar seriamente una verdad que puede aminonar nuestra angustia o desesperación: estamos en este mundo con los días contados y él único que sabe exactamente el día que saldremos de aquí es él. Con ello podremos ser agradecidos y temerosos del Creador. Agradecidos porque nos da vida y temerosos porque no es nuestra.

Las palabras de Jeremías cuando dice que además de no ser dueños de la vida, no tenemos potestad sobre nuestro destino pueden chocarnos porque implica que en esta vida no somos dueños de absolutamente nada. Somos, en realidad, seres tan, pero tan frágiles, que la Escritura nos compara con la neblina que se aparece un poco de tiempo para desaparecer.

La razón por las que el profeta hace esto es para recordarnos que necesitamos depender absolutamente del Autor de la vida para que él lleve nuestra vida hasta el término que el ya planeó de antemano y nada, ni nadie pueda interrumpir el plan de vida que ha trazado para nosotros.

La conexión con Dios hará no solo que lleguemos al término que él ha diseñado para cada uno de nosotros, pero hará que disfrutemos cada uno de los días que vivamos sobre esta tierra y una vez concluida nuestra misión sobre este mundo, nos vayamos como escribió el poeta Amado Nervo: ¡Vida, nada te debo! ¡Vida, estamos en paz!

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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