La Biblia dice en Deuteronomio 8:4
“Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en esos cuarenta años.”
Los cuarenta años en el desierto fueron con todas sus adversidades, luchas, pruebas y grandes desafíos, un tiempo de impactantes demostraciones del poder infnito de Dios para sustentar a su pueblo hebreo: el maná que caía del cielo todas las mañanas, excepto el séptimo día, la columna de fuego en la noche y la nube en el día para conducir a Israel, son unos cuantos ejemplos.
Moisés les recuerda a los hebreos antes de llegar a la tierra prometida todos los beneficios que han recibido durante esos cuarenta años y señala dos en particular relacionados con su cuerpo. En primer lugar les dice que su vestido nunca se envejeció sobre ellos ni sus pies se hincharon de tanto caminar.
El hecho que diga que su ropa no se desgastó sobre ellos y no simplemente “no se desgastó” como debería de ser tiene implicaciones profundas. Significa sencillamente que nunca les hizo falta con que proteger su cuerpo. Por cuarenta años simpre tuvieron que vestir en medio del inclemente desierto.
Sí, ellos caminaron 480 meses en lugares inhóspitos, eso es cierto, pero también es muy cierto que Dios los acompañó proveyéndoles todo lo que necesitaban desde comida hasta ropa y nunca vistieron prendas desgastadas como una expresión de cuidado y sustento divino a sus vidas.
Luego hizo que sus pies fueran resistentes para recorrer cientos de kilómetros y pudieran aguantar para llegar a la tierra prometida porque es evidente que caminar mucho produce males en los pies y rodillas, pero milagrosamente ellos fueron también protegidos para no sufrir mal alguno.
Moisés deseaba que los hebreos pudieran descubrir la manera en que Dios los sustentó todo el tiempo que vivieron en el desierto para recordarles y recordarnos a nosotros que Dios jamás se olvida de nosotros, que donde quiera que vayamos siempre estará atento a nuestras necesidades.
De ningún modo debemos olvidar que cada una de las cosas que requerimos él las conoce perfectamente y habrá de proveernos con su poder infinito. Que nada sale de su conocimiento y dominio, aún en las circunstancias más extremas como tener ropa en lugares donde se pensaría que eso no puede tenerse o no sufrir mal físico donde todo apuntaba a enfermarse.