La Biblia dice en Lucas 1:20
“Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.”
Por nueve meses Zacarías, esposo de Elisabet y padre de Juan el Bautista quedó mudo. Fue disciplinado así por no haber creído las palabras del ángel Gabriel que le anunció que las oraciones que hacía junto con su consorte para tener un hijo habían sido escuchadas y muy pronto serían padres como era su anhelo.
La incredulidad de este hombre fue castigada porque nada hay más que moleste a Dios que no le creamos o que desestimemos el gran poder que tiene para cambiar de un momento a otro cualquier situación por más imposible que parezca. El poder del Señor es ilimitado y lo mismo puede desatar la lengua de un mundo que enmudecer a un hombre.
Gabriel le dijo a Zacarías que no había creído sus palabras. Zacarías oró por mucho tiempo por un hijo. Lo hizo juntamente con su esposa porque era vergonzoso para ella no darle prole a su marido que era un sacerdote que debía dejar descendencia para seguir con la labor que él hacía en el templo.
Pero fue tan prolongada la espera que pronto se acostumbró a no tener respuesta que cuando llegó le pareció imposible porque a la esterilidad de su mujer ahora debía sumarse su vejez. Dos elementos que le llevaron a considerar que las palabras de ese ser angelical posiblemente era una broma o tomadura de pelo.
Pero no lo eran y tan no lo eran que tuvo que pasar nueve meses de silencio, retirado de sus labores y recluido en su hogar junto con su esposa en una demostración del gran poder de Dios en la vida de todos los seres humanos.
La lección de Zacarías para nosotros tiene varios ángulos. El primero es el valor de la persistencia en oración. No importa que la respuesta no llegue, debemos mantenernos firmes en nuestras peticiones a Dios, él sabrá el tiempo oportuno para darnos lo que necesitamos.
El segundo es que nuestros tiempos son tan diferentes a los de Dios que es necesario saber que los días, semanas, meses y años que no llega lo que le pedimos al Señor forman parte de un proceso por el que Dios nos quiere conducir para depender más de él y menos de nosotros mismos.
Finalmente cuando comencemos a ver la respuesta abracemos con mayor fuerza nuestra confianza en Dios para que el premio que obtengamos no venga con castigo incluido por no haber creído que Dios es Todopoderoso.