La Biblia dice en Hechos 18:25
“Estaba instruido en el camino del Señor, y hablaba con mucho entusiasmo, enseñando con claridad acerca de Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan.”
En este breve pasaje, Lucas nos ofrece una pequeña biografía de un creyente llamado Apolos, cuyo nombre es recalcitrantemente griego, aunque él era un judío. Los hebreos practicantes eran muy cuidados y selectivos con los nombres que daban a sus hijos, pero al parecer los progenitores de este hombre optaron por llamarlo así.
Apolos era originario, según nos dice Lucas, de Alejandría, una ciudad de Egipto, ubicada en la desembocadura del río Nilo. Era la segunda ciudad más importante en el imperio solo después de Roma. Su distintivo histórico fue siempre su gran acervo cultural y en ella habitaban judíos helenistas, es decir hablantes tanto del hebreo como del griego.
Es absolutamente lógico pensar que Apolos recibió toda la influencia de los clásicos griegos, pero también por lo que nos dice el autor del libro de los Hechos fue un destacado estudioso de la Torá hebrea, a tal grado que su conocimiento sirvió mucho a la iglesia de Éfeso a donde llegó y a donde fue encaminado por Priscila y Aquila, dos colaboradores de Pablo.
Apolos conoció el evangelio, pero solo hasta el bautismo de Juan, sin embargo con eso le fue suficiente para convertirse en un paladín de la fe de tal forma que los judíos no podían resistir sus argumentos porque combinaba dos virtudes indispensables en las discusiones: conocimiento y elocuencia.
Lucas resalta que este hombre “hablaba con mucho entusiasmo”, que algunas versiones traducen esta frase como “habla con mucho fervor”. Es decir, su enseñanza la desarrollaba siempre motivado, con alegría y sobre todo plenamente convencido de lo que estaba enseñando.
Apolos nos ayuda mucho para recordarnos que el estudio de la revelación divina debe hacer con esmero, con dedicación y con empeño y su proclamación con gusto, con ánimo, con entusiasmo. Eso hará que los oyentes aprendan, pero sobre todo se convenzan de la fe que proclamamos.
Su biografía nos enseña que la preparación académica jamás estará reñida con la vida espiritual, que teniendo como base la palabra de Dios, la formación intelectual auxiliará muchísimo a los creyentes a la hora de defender su fe y proclamar la verdad de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Nos muestra que podemos y debemos hablar siempre con entusiasmo de Jesús.