La Biblia dice en Marcos 3:4

“Luego preguntó a los otros: ¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?”

El relato que hace Marcos ocurrido en la sinagoga de Capernaum donde estaba un hombre que tenía seca una mano nos ofrece el clima hostil que enfrentaba Jesús porque ayudar a las personas el día de reposo era utilizado como vehemente argumento para acusarlo de quebrantar la ley mosaica.

Jesús enfrentó la molestia y enfado de los fariseos, escribas e intérpretes de la Torá hebrea porque a su juicio Jesús violaba los mandamientos al sanar y curar enfermedades justamente el día sábado. Jesús sabía perfectamente lo que provocaba y el riesgo que tenía ante el fanatismo de los líderes religiosos de su tiempo.

Sin embargo, a pesar de esas amenazas Jesús continuó obrando el bien justamente el día de reposo, no porque fuera contestatario, ni por llevar la contra a los fariseos y mucho menos para molestarlos. En realidad lo hacía por la gran necesidad que encontraba en las personas.

Pero también lo hacía para demostrarles a los religiosos de su tiempo que el sábado fue hecho para guardarse y adorar a Dios, pero no para imponerlo como obligación sin que se pudiera hacer nada porque al final de cuentas el Hijo del Hombre era el Señor del día sábado porque él era y es el descanso perfecto.

La experiencia de Jesús entre sus compatriotas nos muestra que hacer el bien no necesariamente trae reconocimiento, sino en ocasiones oposición. Hacer el bien a otros nos puede granjear simpatías, pero también malquerencias. Siempre habrá gente molesta con que busque ayudar, apoyar, proteger, cuidar o sustentar al prójimo.

Sin embargo, la actitud de Cristo nos ayuda a grandemente a ser obstinados en la decisión de hacer por los otros. Nos ánima, estimula, alienta y ayuda para no desalentarnos a la hora de enfrentar a los que se molestan por ayudar, a los que se fastidían porque hagamos a favor de los demás.

Al final de cuentas nuestra única motivación es y debe ser agradar a Dios que nos creó justamente para buenas obras, como dice el apóstol Pablo y al hacerlo glorificamos a Dios, aunque otros se sientan afectados.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

Deja tu comentario