La Biblia dice en Isaías 1:17
“Aprendan a hacer el bien, esfuércense en hacer lo que es justo, ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan los derechos de la viuda!”
El bien es una virtud con la que no se nace. Los seres humanos nacemos con una inclinación hacial mal, resultado del pecado de Adán, transmitido a sus descendientes. Todas las personas que arriban a este mundo traen consigo la maldad que solo el Creador puede controlar, apaciguar o inhibir. Luego, entonces, necesitamos aprender a hacer el bien.
La crisis social que se vivía en los tiempos del profeta Isaías en Israel era profunda. Los referentes de moralidad, ya no de espiritualidad, sino de moralidad que se esperaban del pueblo de Israel, se habían perdido. Vivían los hebreos sin el menor rasgo de bondad que se esperaba del pueblo de Dios.
Ante ese panorama Dios envió a su vidente para anunciar el inminente castigo contra una nación que se olvidó completamente de su origen y destino, que perdió su esencia de ser luz a las naciones y que destruyó todo vestigio de la presencia gloriosa del Señor en medio de ellos y se perdió en la oscuridad del mundo.
Sin embargo, el Señor quería que recapacitaran, que reflexionaran y se arrepintieran y por eso les recuerda que deben aprender a hacer el bien, lo que significa que al nacer no traemos adherida a nosotros la bondad y es necesario ser instruidos en esa virtud indispensable para acercarse a Dios.
La bondad, según el verso que hoy meditamos, tiene expresiones tangibles o palpables: 1. Hacer justicia. 2. Ayudar al oprimido. 3. Asistir al huérfano. 4. Defender los derechos de la viuda.
Isaías instruyó al pueblo de Israel en una temática que tiene que ver con el trato que se le da a los necesitados de este mundo. La bondad tiene su mejor expresión en la forma como nos comportamos con los menesterosos. Nuestra actitud hacia ellos expresa nítidamente nuestra compresión de lo que es ser bueno.
Y la ayuda hacia los oprimidos, huérfanos y viudas es la mejor manera de medir el grado de bondad que hay en nosotros. El apoyo desinterasado e incondicial con los menos favorecidos muestra de manera clara y llana cuanta bondad acumulamos en nuestro corazón. No son palabras las que el Señor espera de nosotros, sino acciones.
El pueblo de Israel siguió ofreciendo sacrificios en el templo, pero se olvidó de hacer el bien, lo que hizo que Dios les advirtiera que sus sacrificios le resultaban repulsivos. La adoración a Dios va acompañada siempre con actos de bondad al prójimo, separarlas desagrada profundamente al Creador.