La Biblia dice en Gálatas 6:9

“Así que no debemos de cansarnos de hacer el bien, porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos.”

Los creyentes de las iglesias de Galacia, conocidos por su gentilicio como Gálatas, conocieron el evangelio debido a una enfermedad grave que el apóstol Pablo padeció, al parecer relacionada con su vista y que lo obligó a permanecer varado en esa región por bastante tiempo, se comportaron con mucha humanidad con el enfermo.

Pablo lo recuerda en la carta y les dice que de haber sido posible le hubieran dado sus propios ojos para ayudarlo en el problema físico que tuvo. Ellos sabían hacer el bien. El bien se hace con los necesitados, también con lo que no tienen necesidades. Es desprendernos de nosotros mismos, de nuestros recursos: tiempo, dinero, bienes para hacer por los demás.

Hacer el bien es un imperativo para los creyentes porque Cristo vino a la tierra a hacer el bien y nos dejó esa tarea. Además es indispensable para tener larga vida. Hacer bien es actuar con bondad. Es todo un reto y desafío porque requiere de esfuerzo y mucha determinación puesto que en nosotros no mora el bien, como escribió el propio Pablo.

Es cansado, claro que sí, porque no forma parte de nuestra existencia. Debemos tomar esa actitud y muchas veces llega el desánimo, sobre todo cuando como resultado a nuestra bondad solo obtenemos ingratitudes de parte de quienes se benefician con nuestra benevolencia.

Pero a los Gálatas que actuaron con tanta bondad con él, el autor de la carta les dice que a su debido tiempo se cosecha el resultado de hacer el bien. Que no deben cansarse ni desanimarse. Que deben fortalecerse y animarse para seguir practicando la bondad en su existencia.

No es fácil porque vivimos un mundo donde la maldad se practica de día y noche, de lunes a domingo y donde la ley que impera es pagar el mal con mal y donde con dificultad podemos encontrar personas que la maldad la devuelven con bondad. De hecho nuestra naturaleza caída nos lleva en ocasiones a vengarnos de quienes nos hacen mal.

Por eso las palabras de Pablo nos deben servir para seguir luchando, sin desmayar y sin flaquear porque la bondad nos hará cosechar frutos que llenarán nuestra vida de satisfacción porque hacer el bien siempre paga con creces a sus practicantes y nunca defrauda a nadie.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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