La Biblia dice en Hebreos 6:11
“Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza.”
La carta a los Hebreos fue dirigida a cristianos judíos. Es un tratado de una autor desconocido donde de manera sintetizada resume la interpretación del Antiguo Testamento ante la presencia física de Cristo, su muerte en la cruz del calvario y su posterior resurrección y entronamiento en gloria con Dios Padre.
Muchos de esos judíos creyentes en Cristo Jesús comenzaron su vida en el día de Pentecostés en Jerusalén, otros más fueron salvos por la predicación de Pedro, a quien Dios le encargó el ministerio de la circuncisión, una manera de hablar del trabajo evangelístico entre los israelitas y tal vez algunos más por el trabajo de Pablo quien predicaba a gentiles.
Sin embargo, muchos de ellos comenzaban a desanimarse, desalentarse y algunos de plano retornaron al judaísmo, pero no al judaísmo con fe, sino al intolerante, al judaísmo enemigo de la cruz, cansados de esperar lo que a su juicio debía de venir a ellos por haber creído en Jesús y también porque en Jerusalén nada parecía haber cambiado con Cristo.
Por eso en esta carta encotramos admoniciones muy fuertes y muy severas contra quienes se han vuelto contra Cristo. Se trata de sacudirlos y extraerlos del estado de “shock” en el que se encuentran y reanimarlos a fin de recuperar la fe extraviada y reecontrarse con el entusiamo inicial de su fe.
El escritor de la carta los llama a regresar al tiempo en que se dio su conversión, cuando experimentaron el gozo de ser salvos, cuando comprendieron la verdad del evangelio y cuando junto con muchos otros gozaron de los bienes espirituales que trae consigo el reino de los cielos y no volver a dar tregua a su compromiso con el Señor.
Los estaba llamando a continuar, a resistir los embates que se enfrentan ante un entorno hóstil a nuestra fe, los estaba exhortando a perseverar hasta que la esperanza que abrazaron se hiciera realidad porque ese era justamente el problema de ellos y nuestro problema. En ocasiones nos desesperamos porque nuestras expectativas no se cumplen.
Pero la fe que hemos abrazado reclama paciencia porque lo mismo puede ser confirmada mañana mismo si Cristo regresa o años si el retorno del Señor tarda. Estamos llamados, entonces, a sostener nuestra fe, siempre con entusiamos, con alegría, con solicitud y buena actitud.
Lo que esperamos, claro que lo recibiremos, lo que Dios nos ha prometido, claro que vendrá. Esa es nuestra esperanza y eso es lo que creemos y esperamos con fervor, empeño y diligencia.