Hebreos 11:22

Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos. 

Introducción 

A José le fue muy bien en Egipto. Fue el vicegobernador de esa nación cuando su poder lucía esplendoroso. Después de Faraón, el siguiente hombre con más influencia en ese país era justamente él. Pero antes de morir hizo dos cosas que resultan sorprendentes: en primer lugar anunció que los judíos saldrían de allí. 

La segunda petición es todavía más desconcertante. Solicitó a sus hijos que su cuerpo, que por supuesto fue embalsamado conforme a las estrictas medidas de los egipcios fuera sacado de su tumba y fuera conducido a la tierra prometida junto con todos los judíos que saldrían de la esclavitud en Egipto. 

Lo asombroso de esta petición fue que la hizo cuatro siglos antes de que los hebreos salieran de la esclavitud a la que fueron sometidos por un pueblo que gracias a la sabiduría de José sobrevivieron a siete años de una mortal hambruna, producto de la escasez de trigo en toda la región del medio oriente. 

El autor de la carta a los Hebreos resalta esas dos características de la fe de José: antes de que cayeran o se convirtieran en esclavos ya había una palabra de que serían redimidos de tal condición y luego rogó que sus restos no quedarán en esa nación donde le había ido también, pero que no era su patria. 

El autor de la epístola a los Hebreos el verbo “antes de morir” con José al igual que lo hizo con Jacob para señalar que al igual que su padre, José mantuvo su fe hasta el último momento de su vida. Y vaya que su vida fue azarosa desde que fue vendido por sus hermanos a los ismaelitas y fue a parar a la cárcel en Egipto. 

Sin embargo, el caso de José resulta paradigmático o sumamente pedagógico porque su fe trascendió más allá de su vida. La seguridad que tenía con Dios lo hizo profetizar un evento que ocurriría casi cuatro siglos después de su muerte y estuvo tan seguro de ello que dio ordenes sobre su cuerpo. 

La fe de José es una fe trasciende el tiempo. Es una fe que va más allá del tiempo de vida sobre esta tierra. La fe que ejercemos en este mundo va mucho más allá del tiempo que nosotros pensamos que caduca. La fe es imperecedera. Vive para siempre y se prolonga con nuestros descendientes. 

Una fe que se prueba y aprueba

José: una fe que trasciende

Para animarnos en medio de las dificultades

Para ayudarnos a alcanzar promesas

José fue hombre adelantado de su época. Cuando era todavía un joven de apenas diecisiete años vio lo que ocurriría unos veinte años después. Soñó que junto con sus hermanos ataban manojos en medio del campo y ha aquí su manojo se levantaba y estaba derecho, y que es de sus hermanos estaban alrededor y se inclinaban al suyo. 

Luego tuvo otro sueño en el que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban ante él. Jacob le preguntó: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos nos postraremos en tierra ante ti? La respuesta era sí, pero nadie quiso contestarla. La respuesta la vieron todos dos décadas después. 

José fue un hombre de fe, que padeció y sufrió la envidia de sus hermanos, la incomprensión e injusticia de su amo Potifar y la ingratitud del copero del Faraón que lo tuvieron muchos años en la cárcel de Egipto, pero a pesar de todo ello confió siempre en Dios y vivió adelantado de su tiempo. 

Gracias a esa confianza en Dios supo que los judíos serían esclavos en esa nación, pero que Dios los libertaría y todavía más estuvo completamente cierto de que saldría a tomar la tierra que Dios le prometió a Abraham, su abuelo y como testimonio de esa seguridad pidió que sus huesos no fueran dejados en Egipto sino que salieran con los judíos.

Fueron cuatrocientos años los que vivió adelantado José. Las palabras que dirigió a sus hijos Manasés y Efraín las anunció cuando todo marchaba bien y no se veía que los israelitas pasarían problemas y dificultades. La fe sirve para tiempos difíciles, pero también para tiempos buenos. 

A) Para animarnos en medio de las dificultades

Dice la carta a los Hebreos que por la fe José mencionó la salida de los hijos de Israel de Egipto. Es interesante que en hebreo la palabra “nombres” es la expresión “shemot” que es el título del segundo libro de la Biblia hebrea. La septuaginta nombró el segundo libro de la Escritura como “Éxodo” porque en ella se relata el periplo de Egipto a la tierra prometida.

Los hebreos de los tiempos de José no se imaginaron nunca que sus descendientes sufrirían a manos de los egipcios. De hecho cuando murió el Faraón que conoció a José y murió el propio José la situación de ellos comenzó a empeorar y de pronto eran esclavos de los egipcios. 

Fueron cuatrocientos años de esclavitud. Cuatro siglos de grandes sufrimientos que resistieron recordando que es sus último días, José había hablado de la salida del pueblo de Israel de esa situación. En medio de la zozobra que vivían en Egipto las palabras de José al morir se convirtieron en una promesa. 

La fe de José trascendió porque ayudó a sus compatriotas en los momentos en los que el pesado yugo de los egipcios parecía inconmovible. Les dio una esperanza. Les recordó día a día que los sufrimientos que atravesaban se terminarían. Que sus penas y dolores no eran para siempre. 

Esa es la fe que trasciende, aquella que nos anima sabiendo que las contrariedades en la vida no son para siempre. La fe de José le puso fecha de caducidad a la esclavitud judía en Egipto. Ellos saldrían de allí. No se quedarían entre los egipcios como en efecto ocurrió bajo el liderazgo de Moisés. 

Es muy probable que los judíos se hicieran la pregunta de quien los había llevado a Egipto y la respuesta obviamente era: José. ¿Y que dijo José que ocurriría? Dijo que saldríamos de este lugar, fue la respuesta de muchos y se remitían a sus descendientes Manasés y Efraín que habían sido adoptados por Jacob. 

Seguramente ellos les recordaron lo que José les dijo poco antes de morir: Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob.

El libro de Génesis dice que cuando José murió fue embalsamado como los egipcios lo hacían con todos sus muertos y su tumba era conocida por casi todos los judíos. Génesis 50: 26 dice así: Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto.

La fe que nosotros heredaremos a nuestros hijos es una fe que los ayudará a enfrentar sus propias dificultades recordando siempre que el Dios que nosotros tenemos es un Dios que cumple sus promesas y que jamás avergüenza a quien se rinde incondicionalmente a él para confiarle su vida. 

B): Para ayudarnos a alcanzar promesas

Además de anunciarle a los judíos que de Egipto saldrían, José les aseguró que habitarían la tierra prometida que Dios le había dado a Abraham, el padre de la fe y para ellos les hizo una inusual petición que el libro de Génesis registra así:

E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.

José le pidió a sus descendientes que cuando salieran por favor no dejarán sus restos mortales en esa tierra. José no dudó ni por un instante que ellos saldrían de allí.

Algo que efecto ocurrió, como nos relata Éxodo 13: 19 que dice así:

Tomó también consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, ya haréis subir mis hueso de aquí con vosotros. 

Las tribus de Manasés y Efraín sacaron los restos de su ascendiente. La promesa de que saldrían se había cumplido y ahora iba por el cumplimiento de que obtendrían la tierra que muchos siglos antes Dios había prometido a Abraham. Los judíos cargaron con los restos de José por cuarenta años. 

La fe que trasciende nos ayuda a alcanzar promesas. Los restos mortales de José iban recordándoles a los hebreos que llegarían a la tierra prometido. Si Dios sí los había visitado, también los introduciría a esa tierra que parecía imposible de conquistar. Dios estaría con ellos. 

Finalmente lo que José anunció casi unos quinientos años ocurrió en su vida. Dice el libro de Josué 24: 32

Y enterraron en Siquem los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la pare del campo que Jacob compró de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien piezas de dinero; y fue posesión de los hijos de José. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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