Dice la Biblia en Hebreos 11:7
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
Introducción
La historia de Noé esta ligada inevitablemente al diluvio y consecuentemente al arca. Noé, su arca y el diluvio son tres temas inseparables porque la humanidad fue destruida con una lluvia de cuarenta días y cuarenta noches y solo este hombre logró salvarse junto con su familia para la que construyó una arca que tardó en construirse unos cien años.
Dios le avisó a Noé que destruiría la tierra con un diluvio. Hoy conocemos la palabra diluvio, pero cuando Dios le advirtió a Noé sobre ese fenómeno no existía porque ni siquiera había llovido de forma copiosa y en consecuencia hablar o pensar en un periodo de cuarenta días de precipitaciones pluviales era simplemente impensable.
La virtud de Noé destaca exactamente en creer en cosas que aun no se veían. Noé le creyó a Dios respecto a cosas que no miraban por ningún lado y de esa forma salvó su vida y la de su familia. La fe de este hombre es la clase de confianza en Dios que obedece aunque no entienda porque se le piden cosas que resultan inexplicables.
La fe de Noé que estudiaremos este día nos ayudará a comprender que las ordenes de Dios tiene como finalidad convertirnos en hombres y mujeres previsoras. Un previsor es alguien que se anticipa y sabe tomar precauciones con vistas al porvenir y que piensa y se prepara para determinar lo que hará, necesitará o pasará.
Dios le anunció a Noé que venía un severo juicio sobre toda la humanidad y le pidió que se preparara. Noé no echó en saco roto esta advertencia y comenzó la construcción de una arca en la que demoró muchos años. Nadie más lo hizo porque sencillamente Noé vivía en medio de personas que no eran previsoras.
Cuando nuestra confianza en Dios se torna completa y sin reservas, nos convertimos en hombres y mujeres que atienden las advertencias del Señor y con ánimo pronto se aprestan a cumplir las peticiones del Creador, aun cuando quienes nos rodean se burlen de nosotros o crean que somos exagerados.
Una fe que se prueba y se aprueba
Noé: una fe previsora
A. Que atiende las advertencias de Dios
B. Que condena a los incrédulos
C. Que hereda justicia
Noé es un personaje del que nos habla el Nuevo Testamento. Jesús habló de él para decir que cuando vuelva la gente se comportará como en los días de ese personaje. Pedro dice de Noé que era un pregonero de justicia. Y el autor de los Hebreos lo menciona para animar a los creyentes judíos que vivían momentos difíciles por los embates contra su fe.
La mención por parte de Cristo de Noé nos habla con toda claridad que el diluvio fue un hecho real. No es una fábula ni un cuento sino un hecho que ocurrió y que el arca donde fueron resguardados todos los animales no es un relato infantil sino una verdad que no se debe desestimar.
El libro de Génesis desde el capítulo seis hasta el nueve nos habla y muestra lo que vivió Noé. La clase de hombres con los que vivió. La construcción del arca y el comienzo y el final del diluvio. Los cuarenta días metidos en el arca y la manera en que supieron que las aguas habían decrecido son relatadas en esos capítulos.
La construcción del arca fue un proceso largo. Noé tenía 500 años cuando Dios le dijo que lo hiciera y entró en ella cuando tenía 600 años. Es decir, pasaron cien años durante los cuales la gente vio a este hombre construyendo una inusual obra, pero sin darle importancia y por supuesto sin siquiera intentar imitarlo.
Fue una obra que demoró mucho tiempo. El suficiente para que la gente tomara sus previsiones, pero en lugar de eso se confiaron pensando que era una ocurrencia de su vecino. Noé no estaba loco ni fuera de sí. La fe lo hizo un previsor que gracias a esa actitud salvó su vida y la de su familia.
A. Que atiende las advertencias de Dios
Según el autor de los Hebreos Noé fue advertido por Dios. Esta palabra aparece también en Mateo 2: 12 y 2: 22 pero en lugar de advertencia se traduce como “avisado”. En esos pasajes Dios le reveló a los sabios de oriente que no regresaran a Jerusalén para ver a Herodes y a José se le reveló que no regresara a Belén y fue a Nazaret, a la región Galilea.
La palabra “advertido” procede de la raíz griega “chrématizó” que en los tiempos de Jesús tenía un uso interesante. Era utilizada cuando los griegos acudían a consultar los oráculos para saber que vendría en el futuro y así tomar una decisión para protegerse si venía algo malo o en su caso estar tranquilos si un bien se avecinaba.
Cuando el autor de Hebreos la emplea la hace para llevar a sus lectores y a nosotros por supuesto a una verdad que debemos tener presente constantemente: Dios que sabe el futuro sabe lo que ocurrirá y nos alerta, nos avisa, nos anuncia lo que ha de venir sobre el mundo y nuestras vidas.
Dios tuvo el cuidado de anunciar a Noé lo que venía sobre la tierra y el autor de la epístola que estudiamos dice con toda claridad que fue “acerca de cosas que no se veían”. Es decir el futuro es un enigma para todos. Está velado conocerlo para todos también, pero Dios tuvo la delicadeza de revelárselo a Noé.
Y Noé lo creyó y actuó en consecuencia. Dios le dijo el grave mal que vendría y Noé lo creyó y aceptó construir el arca. No dudó ni tampoco fue incrédulo, sino que empezó la edificación de la arca que habría de salvarlo junto con su familia. Cuando Dios hace una advertencia o nos da un aviso de un peligro futuro es para obedecerle como lo hizo Noé.
B. Que condena a los incrédulos
Dice el autor de la carta a los Hebreos que “por esa fe Noé condenó al mundo”. Pero, ¿por qué señalar que el mundo fue condenado por un acto de fe? Porque el diluvio destruyó a cientos de miles de personas que ante la advertencia de Noé no hicieron caso y jamás tomaron sus previsiones.
No es que Noé haya decidido condenarlos. En absoluto. Pasaron cien años desde que comenzó la construcción hasta que entró en el arca. Todos a quienes le vieron haciéndola tuvieron la oportunidad de salvarse, pero no lo quisieron hacer. Pudieron hacer sus propias arcas y salvarse con sus familias, pero ellos no creyeron que vendría un diluvio.
En realidad la condenación que vino sobre ellos fue como resultado de su incredulidad y no por causa de Noé. La palabra “condenación” que utiliza el autor de los Hebreos procede de la raíz griega “katarkrinó” que tiene la idea de un juicio en el que una persona es declarada culpable y en consecuencia se le castiga.
La fe de Noé fue una especie de juicio sobre toda su generación y resultó condenada o culpable y en consecuencia murieron todos. ¿Dios es injusto por ello? De ningún modo. Tuvieron cien años y no quisieron creer. Dios avisa, pero no obliga a nadie a hacer lo que no quieren hacer.
Esto es lo maravilloso de la fe que nos hace previsores y nos salva y evita que nos condenemos. En cambio la incredulidad no puede ayudarnos ante los avisos de males que se avecinan y mucho menos nos salva como tampoco puede evitar que resultemos culpables y por ello seamos condenados y castigados.
Que gran lección a los creyentes judíos a los que se les dirigió esta carta. Y también a nosotros. La fe es desafiante porque no todos creen. Nosotros estamos llamado a creer sobre cosas que no se ven.
C. Que hereda justicia
La fe de Noé lo convirtió en un heredero de justicia. La palabra justicia es un término que los judíos emplean siempre en dos sentidos: 1. La justicia humana que establecen o regulan los tribunales, juzgados y jueces. 2. La piedad o la vida espiritual temerosa, apartada del mal y en constante comunión con Dios por medio de la palabra de Dios y la oración.
Noé tuvo una fe previsora que lo salvó a él y su familia. Que condenó al mundo y que de paso lo justificó delante de Dios. Los judíos entendían perfectamente lo que el autor de la carta a los Hebreos les estaba diciendo con esas palabras porque el anhelo de ellos era ser considerados piadosos o justos por Dios. El único mecanismo fue siempre la fe.
La fe es la que hace posible que un hombre pueda ser justo porque confían plenamente en Dios y no en sí mismo. La confianza y seguridad en Dios básicamente nos ayuda a agradarlo y en consecuencia nos permite ser declarados justos delante de su presencia.