La Biblia dice en Job 13:25

“¿A la hoja arrebatada has de quebrantar, y a una paja seca has de perseguir?”

Las metáforas que utiliza Job para dirigirse a Dios en medio de su gran dolor nos resultan muy útiles a la hora de acercarnos al sufrimiento y a los que sufren. Nunca será fácil comprender y mucho menos entender lo que está viviendo cada persona cuando la calamidad o desgracia toca a su vida.

Job se sentía como una hoja de árbol tirada y como una paja seca que Dios quiere quebrantar y quiere destruir y perseguir. Algo que no tiene sentido porque la hoja y la paja han dejado de estar ligadas al árbol o el fruto y se consumirán solas sin necesidad de que nada ni nadie haga algo contra ellas.

El patriarca apela a Dios y le dirige estas preguntas cargadas de dolor y quebranto porque está viviendo una situación que nunca imaginó que lo ha dejado completamente azorado y luego las palabras que sus amigos le dirigen culpándolo de todo y tratando de llevarlo a admitir algo que él no hizo o aceptar una maldad que no cometió.

Le dice a Dios que su vida es como una hoja y una paja que ya nunca tendrán fuerza y pelear contra ellas está por demás porque muy pronto dejarán de ser, buscando de esa manera que Dios cese de tratarlo con tanta dureza y terminen esos días de dolor y sufrimiento que le resultan insoportables.

Y es que las tribulaciones que llegan a nuestra vida nos hacen sentir justamente como esas dos metáforas: desvalidos, impotentes, incapaces de hacer algo por nosotros mismos y llevados por las circunstancias, incapaces de asirnos a algo que detengan nuestro ir y venir sin sentido.

Job es un experto hablándonos del dolor. Sus palabras son grandemente apreciadas porque nos coloca en el centro mismo del sufrimiento como un especialista que enfrenta en carne propia y no de manera teórica las vivencias de quien el llanto es su compañero fiel de todos los días.

La hoja y la paja nos recuerda en que estado nos pone el sufrimiento y el dolor. Nos recuerda que de por sí somos seres frágiles, pero el dolor nos hace todavía más sensibles. Es una pesada carga que nos derrumba.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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