La Biblia dice en Génesis 24:29-30

“Tenía ella un hermano llamado Labán, el cual corrió al pozo a buscar al hombre, pues había visto el anillo y los brazaletes que su hermana llevaba en los brazos.”

Así hace su aparición en la historia de la familia de Abraham este hombre llamado Labán, quien fue padre de Raquel y Lea, a quienes casó con Jacob, hijo de Isaac posteriormente. El libro de Génesis lo retrata como un hombre convenenciero, ambicioso y muy apegado a los bienes materiales.

El pedimiento de su hermana para casarse con Isaac, hijo de Abraham y Sara sirvió de marco para conocer el talante de este hombre que vio las joyas que su hermana Rebeca traía en sus brazos que le habían sido obsequiados por el emisario de Abraham que había llegado a la tierra de Ur para llevar esposa al vástago del padre de la fe.

Labán era un pobre hombre interesado. Era esa clase de personas que se mueve solo por el bien o los bienes que van a recibir por hacer algo por los demás. Era el tipo de seres que los mueve únicamente el interés por sacar provecho de los demás. Una clase de individuos movidos únicamente por lo material.

La historia bíblica nos muestra un momento de gran bendición no solo para esas familias, sino para toda la humanidad porque la descendencia abrahámica estaba por consolidarse con la unión entre Rebeca e Isaac, pero justo en ese momento apareció Labán con su ambición.

El relato quiere hacer un contraste entre lo genuino de la actitud de Rebeca, que ayudó al siervo de Abraham, antes de recibir los presentes que le otorgó, mientras que Labán lo hizo cuando vio lo que había recibido su hermana. Rebeca fue una mujer desinteresada, mientras que su hermano no.

Este contrate deja muy mal parado a Labán porque fue evidenciada su actitud mezquina de ayudar solo por lo que va a recibir y no por un interés genuino de hacer por los demás independientemente si recibe o no algún bien. Hacer por los demás desinteresadamente es de gran valía delante del Señor.

Es dejar el galardón en manos del Señor para nuestras vidas. Es dejarnos premiar por el Señor, si es que él lo considera pertinente. Porque la mejor actitud es no esperar nada porque quien espera algo por haber hecho un bien y no recibe nada se frustra y eso también es incorrecto.

Muévete por convicción y no por intereses, así vivirás colmado de la paz del Señor que viene de ayudar a los demás por el simple gusto de hacerlo.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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