La Biblia dice en Juan 2:16
“A los vendedores de palomas les dijo: ¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!”
Jesús denunció públicamente a la poderosa clase sacerdotal que controlaba todos los negocios que se podían hacer mediante la piedad de los hebreos: los baños donde se realizaba el rito de la purificación y el lavado de manos, la compra y venta de animales y aves para el sacrificio, el cobro de un impuesto por usar el templo y otros más.
Todo lo recaudado iba directo a las arcas de la familia sacerdotal. Todos estos ingresos tenían un problema: no estaban prescritos en la Torá hebrea que contemplaba desde la instalación misma de la familia sacerdotal de Aarón los mecanismos para su subsistencia como el diezmo, la entrega de primicias y las partes de las ofrendas que les correspondían.
Sin embargo, en un exceso de atribuciones la clase sacerdotal se había apropiado del templo del Señor y sin importar que era un recinto sagrado de pronto desde ese lugar se hacían los grandes negocios literalmente como si fuera un mercado y no una casa de oración, por lo que Jesús reaccionó duramente contra ellos.
Y lo hizo porque habían pervertido la finalidad de la relación entre Dios y el hombre. Nada puede ser más destructivo que tomar la fe para obtener canonjías, privilegios monetarios o alcanzar ganancias ilegítimas usando como gancho la buena fe de las personas que necesitan a Dios en sus vidas.
Por esa razón la reacción de Jesús fue durísima. La fe nunca debe usarse con fines materiales o económicos. La salvación de los hombres fue comprada por Cristo y nadie puede usar el sacrificio de Cristo para obtener ganacias deshonestas como le llamaba Pablo al dinero que nacía de manipular, engañar y fingir frente a los creyentes.
Lo ocurrido ese día en el templo de Jerusalén nos deja en claro que la función de la iglesia no es producir dinero a toda costa, sino de alcanzar a personas perdidas para que sean redimidas por la sangre de Jesús.
Jesús no estuvo de acuerdo en convertir su casa en un lugar de negocios, las necesidades de los sacerdotes y levitas eran conocidas y se diseñó un sistema para que no pasaran necesidades, pero de eso a hacer negocios desde la casa del Señor no tenía ninguna justificación.
La virulencia, el odio y la decisión de detenerlo es comprensible en la clase sacerdotal de los tiempos de Jesus, pues les dolían las palabras de la predicación de Cristo, y se sintieron muy preocupados por sus ingresos. No estaban dispuestos a perder sus negocios solo por ese predicador galileo.