La Biblia dice en Éxodo 12: 51

Y en aquel mismo día sacó Jehová a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos. 

La historia del pueblo de Israel es inexplicable si uno ignora lo que salida de Egipto representó y representa para los hijos de Abraham, que luego de cuatrocientos años como esclavos de Egipto Dios los libertó por medio de diez plagas que mostraron y demostraron que el Dios de los israelitas es Señor en el cielo y en la tierra. 

Ninguna otra nación en la tierra tiene como certeza y seguridad que su emancipación o proceso libertario es resultado de la intervención directa de Dios. A los judíos les debía quedar claro que toda su historia, desde la elección de Abraham hasta su estancia en Egipto formaba parte de un plan divino y que el Señor conduciría siempre su destino. 

El libro de Éxodo nos lleva a esa verdad. Fue Dios quien los sacó de Egipto. No fue Moisés ni Aarón, sino Dios mismo miró la aflicción de su pueblo y determinó que era el tiempo precisó para libertarlos de la indignante esclavitud que vivían luego de cuatro siglos de gran sufrimiento. 

Es impactante, pero a la vez alentador y consolador saber que Dios interviene en la historia de sus hijos. Que de ningún modo se distrae o se mantiene al margen de lo que ocurre en el mundo y que cuando se ocupa de lo que sucede en la tierra y mueve su mano todo cambia absolutamente.

La historia de Israel es una historia donde podemos ver claramente la diestra del Señor operando, ya sea para bendecir su obediencia o ya sea para castigar su insubordinación y nos alecciona porque nos muestra a un Dios pendiente de lo que le ocurre a sus hijos, a su pueblo. 

Nos alecciona para no dejar de confiar en el Creador, sino tener presente constantemente que jamás dejará de velar por cada uno de nosotros, de cuidar de nuestras vidas y de protegernos de todo mal. Nuestro Dios, el Dios de Abraham, Dios Isaac y Dios de Jacob sigue pendiente de quienes le invocan de corazón.

El día que Dios deje de actuar en nuestras vidas, ese día será el más lamentable de nuestra existencia. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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