La Biblia dice en 1º de Reyes 1:8

“Pero ni el sacerdote Sadoc, ni Benaías, hijo de Joiadá, ni el profeta Natán, ni Simí, hombre de confianza del rey, ni los mejores soldados de David estaban a favor de Adonías.”

Adonías, hijo de David y Haguit, se autoproclamó rey. En unas cuantas palabras el autor de ese libro lo define como un ser al que nunca se le llamó la atención y por consiguiente fue voluntarioso y caprichoso, creyendo que se merecía todo y que nadie lo podía contrariar cuando deseaba algo.

Inicialmente su deseo de convertirse en monarca de Israel a espaldas de su padre, quien la vejez y algunos achaques físicos lo habían recluido en su hogar, fue secundado por algunos miembros de la corte real, pero no contó con la aprobación de un grupo muy cercano a David, que no vieron con buenos ojos que un personaje así fuera el soberano de Israel.

De esa manera Sadoc, Benaías, Natán, Simi, ni los mejores y valerosos soldados del rey estuvieron de acuerdo con las pretensiones de un hombre que de la noche a la mañana, sin guardar la paciencia para ser ungido por su propio padre como nuevo gobernante de su nación se puso al frente de los asuntos de Israel.

Estos hombre nos muestra el grado de lealtad que le tenían a David porque no lo dejaron ni lo abandonaron para sumarse al coro que ya celebraba la auto designación de Adonías como dirigente del pueblo escogido por Dios, en un hecho digno de reconocimiento porque bien podía ser Adonías el elegido por su padre para sucederlo, pero no fue así.

Estos hombres, además, se percataron de lo ambicioso que era ese joven y no estuvieron de acuerdo con sus deseos porque una persona ambiciosa puede pasar por quien sea con tal de lograr sus inconfesables motivaciones y si Adonías ya había pasado por encima de su padre, los demás qué podían esperar.

Por eso le dijeron: ¡no! Cuando lo vieron que apresuradamente se había hecho del trono de su progenitor ya que ni siquiera esperó que muriera para pelear por el cetro que de por sí ya correspondía a Salomón, quien finalmente lo obtuvo, mientras que Adonías, que nunca dejó de ambicionar el reino, murió de manera violenta.

Este personaje nunca pudo entender y asimilar que la oposición de estos hombres y su determinación de no dejarlo ser rey era en realidad una manera en la que Dios le estaba hablando. Nunca reconoció que su pretensión de ser monarca era absurda y que esos opositores eran una manera muy directa de parte del Señor para decirle que desistiera.

La actitud de quienes se les opusieron nos recuerda a todos que hay situaciones en las que se debe ser intransigente, sobre todo con los vulgares ambiciosos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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