El salmo ciento diecinueve es el corazón de la Biblia. Hago esta afirmación por varias razones que a continuación expongo: es el capítulo más largo de toda la Escritura. Es el salmo más extenso del salterio hebreo y está dedicado exclusivamente a reafirmar la supremacía de la palabra de Dios en la vida del creyente y del pueblo del Señor.
Pero además su diseño corresponde al amor y pasión por la revelación divina porque fue escrito en veintidós párrafos que representa cada una de las letras del alfabeto hebreo y cada uno de esos párrafos tiene exactamente ocho versículo lo que hace un total de ciento setenta y seis versos todos los cuales inician con la letra correspondiente.
Una de la razones para escribir este salmo como un acróstico del alfabeto hebreo, un recurso que ya hemos encontrado en otros salmos, reside en que constituye una ingeniosa manera para memorizar todo el salmo entre los estudiosos de los cantos judíos contenidos en ese importante libro.
Todas estas características nos hacen pensar y reflexionar sobre el valor y la relevancia que tiene la Biblia para todo creyente. La vida de un hijo de Dios gira en torno de la revelación escrita y este salmo nos lo recuerda, nos lo hace saber para apreciar, valorar y cuidar grandemente nuestra relación con ese bendito libro.
Se trata de hacer notoria la pasión con la que los lectores se deben acercar a este bendito libro, el objetivo es recordarnos una y otra vez que somos el pueblo de un libro y que nada ni nadie nos debe alejar de él. Que la sustancia de nuestra fe se encuentra en sus páginas, en sus historias.
La Biblia no es un libro inerte, no es un escrito corriente ni común, es al contrario, un libro que fue inspirados por Dios y que los más de cuarenta autores que lo escribieron en diferentes tiempos y épocas fueron guiados de tal manera que ninguno escribió algo que contradijera a otros, sino como una compilación dirigida sobrenaturalmente.
El salmo diecinueve tiene la virtud de llevarnos a nunca olvidar que en la Escritura encontraremos una y otra vez refugio, en la palabra de Dios encontraremos el único cimiento capaz de plantarnos firmemente en este mundo, descubriremos también que nos puede hacer sabios para salvación.
Al adentrarnos a este canto debemos estar conscientes de que nos desafiará y nos retará para dejar de una vez por todas nuestra apatía, nuestra frialdad ante la páginas de la revelación divina. Ante este capítulo Dios nos recuerda el valor que tiene lo que habló a través de hombres y mujeres.
Una de las preguntas que siempre se hace en todos los salmos es quién podría ser el autor y este caso no es la excepción. Algunos proponen a David como su autor, otros más a Salomón, algunos se decantan por Esdras el sabio y diligente sacerdote y escriba de los tiempos de la reconstrucción de Jerusalén y el templo.
Muchos piensan que al ser un hombre que se define como alguien que había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos es el candidato perfecto, pero la falta de una inscripción al inicio del salmo hace solo una especulación y no una seguridad fehaciente.
Lo que sí podemos asegurar que el libro de los salmos en su conjunto concentran trescientes de las cuatrocientas citas que el Nuevo Testamento hace del Antiguo Testamento, es decir de cada cuatro ocasiones que los autores neotestamentarios citan los escritos hebreos tres son tomados del libro de los salmos.
No es casual entonces encontrar este himno, canto, salmo de sabiduría, dicen algunos comentaristas al estudiar este extenso salmo dedicado exclusivamente a meditar en la palabra de Dios y sus grandes efectos, su profundo contenido y sobre todo su perfeccción absoluta.
Hay una enorme conexión entre el libro de los Salmos y el Nuevo Testamento. Esa conexión nace por diversas razones. Una de ellas es que una y otra vez Dios busca corazones y el corazón de un adorador limpio para presentarse ante su poderosa presencia. No quieres sacrificio le decía David a Dios, los sacrificios de Dios son un espíritu quebrantado.
Pero también es que en muchos salmos la convocatoria para alabar a Dios es universal. Los salmos nos recuerdan una y otra vez que todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos están convocados a adorar al Dios de Israel, verdad que se cumplió cabalmente con Cristo cuando vino a la tierra.
A la samaritana le dijo: Mujer la hora viene y la hora es cuando los adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad porque tales adorardes busca el Padre. El libro de salmos es el libro de los adorares que buscan a Dios para exaltarlo, engrandecerlo, elevarlo, bendecirlo y adorarlo.
Y allí justamente encontramos como base para esa actividad la palabra del Señor que es el centro, la base, el cimiento, el marco y la norma de fe y conducta que debemos tomar siempre y mantener presente en nuestra vida para conducirnos como Dios quiere y de esa forma agradarlo.
Que sea el capítulo más largo de toda la Escritura y de todos los Salmos no es casual, ni accidental es una manera de llamar nuestra atención para mantener firme nuestra determinación de meditar, reflexionar, pensar y hacer todo lo que la Biblia nos enseña.
Son ocho palabras hebreas las que se repiten en todo el salmo:
- Torá que se traduce en español como ley, leyes. Se refiere a los primeros cinco libros de la Escritura conocidos como Pentateuco.
- Edot que se traduce al español como testimonios y que se refiere al estándar de conducta que se espera de quien conoce los diez mandamientos.
- Derek que se traduce como camino o vía que se utiliza como el modelo de vida que se desprende de quien conoce la ley de Dios.
- Piqqudim que se traduce como preceptos entendidas como órdenes que se deben acatar irremediablemente.
- Huqquim que se traduce como estatutos o decretos, es decir ley publicadas para cumplirse.
- Mitzvot que se traduce como mandamientos, así son conocidas de manera particular las prescripciones que se encuentran en la Torá.
- Mishpat que se traduce como juicios, su sentido es el de los juicios judiciales o si se quiere las sentencias que se deben acatar.
- Dabar que se traduce como palabra, un término general para hablar de la revelación divina.
A lo largo de los ciento setenta y seis versos del salmo encontramos estas expresiones de manera constante y reiterada y nos ayudan a entender todos los enfoques que para nosotros tiene la revelación divina.