La Biblia dice en Romanos 10: 14-16

14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?

Introducción

Pablo no tuvo otra misión en la vida que la de predicar a Jesucristo. Lo hizo entre sus compatriotas y entre los gentiles. Anunciar la salvación que Jesús ofrecía gratuitamente fue la consigna de su existencia y lo llevó a ofrendar su propia vida porque estaba convencido de la relevancia e importancia del mensaje que Dios le había hecho promotor.

El apóstol entendió que la salvación partía de los hebreos, pero que era universal. Esa fue la razón por la que su mensaje se dirigía en primer lugar a su pueblo, pero también a los gentiles porque los primeros lo rechazaban sistemáticamente y los segundos lo abrazaban con fervor.

Los capítulos nueve, diez y once de la carta a los Romanos constituyen la conclusión de Saulo de Tarso sobre su pueblo. En todos estos capítulos, resume no solo la actitud de sus connacionales, sino también el nuevo plan de Dios para con su pueblo y nos ofrece una perspectiva clara sobre lo que sucedió con Israel.

Los primeros en recibir la predicación del evangelio fueron los israelitas. Fue un gran privilegio que les dio Jesús, pero no lo apreciaron. Con Pablo fue igual porque a cada ciudad que llegaba durante sus viajes misioneros a los primeros que les compartía era de igual modo, a ellos, pero tampoco lo escucharon.

A raíz de esta experiencia es por la que escribe los versos que hoy meditaremos. En ellos expresa la necesidad de compartir las buenas nuevas. Manifiesta que predicar es una bendición porque es parecido a recibir a aquellos que traen buenas noticias para nosotros, pero también aclara que no todos los hebreos obedecieron al evangelio.

Los judíos cayeron en lo mismo que habían caído cuando los profetas les hablaban para arrepentirse y volverse a Dios: endurecimiento y obstinación.

La pregunta que Pablo toma del profeta Isaías: ¿quién ha creído a nuestro anuncio? No puede ser más atinada. Los israelitas del tiempo de Jesús y de Pablo tampoco habían creído en la predicación de su Mesías y tampoco en la predicación del apóstol. Solo unos cuantos reconocieron su necesidad de salvación.

Israel: La bondad y severidad de Dios
La predicación del evangelio despreciada
A. Porque fue desoída
B. Porque los enviados fueron rechazados
C. Porque desobedecieron

Pablo no supuso que los judíos entendieron bien el mensaje de Cristo. Tampoco supuso que predicarles era una perdida de tiempo. Comprendió que al igual que todos los seres humanos ellos necesitaban escuchar la predicación, aunque lo rechazaran. Esto es sumamente relevante para nosotros que compartimos las buenas nuevas.

Nunca debemos dar por hecho quien sí y quien no habrá de ser digno de oír el mensaje. La necesidad es universal. Todos los hombres necesitan, requieren conocer el mensaje de salvación aunque uno suponga que ya los conocen, que no lo necesitan o que no se interesaran en las buenas nuevas.

Pablo comprendió que le había ocurrido lo mismo a los profetas del Antiguo Testamento: le predicaban a un pueblo distante de Dios, insensible para conocer las verdades que debían conocer para reencontrase con su Dios.

A. Porque fue desoída

El verso catorce de nuestro estudio es un llamado imperecedero para todos nosotros a fin de nunca renunciar a nuestro compromiso de predicar el evangelio. Es un recordatorio constante de la necesidad de hacer resonar las buenas nuevas por donde quiera que vayamos.

Los versos catorce y quince dicen de la siguiente manera:

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?

Son cuatro preguntas que hace Pablo para movilizarnos, para evitar caer en la autocomplacencia o para sacarnos de nuestra comodidad y lanzarnos a compartir una salvación tan grande y tan cercana para toda la humanidad y lo hace llevándonos a considerar la condición de las personas.

La gente no puede invocar a quien no han creído, no han creído porque no han oído, no han oído porque no hay quien predique y no hay quien predique por no hay gente que haya sido enviada para esa labor. En sencillas palabras para que la gente se salve tienen que oír, creer, tener alguien que les predique y enviar a gente que predique.

Aunque los judíos desoyeron la predicación, Pablo siguió compartiendo el mensaje. Lo hizo cuantas veces fue necesario y solo cuando su vida corría peligro porque los judíos de su tiempo llegaron a odiarlo, entonces, dejó de compartirlo, pero ya lo había hecho en reiteradas ocasiones.

B. Porque los enviados fueron rechazados

Salir a predicar y ser despreciado o salir a compartir y que el mensaje sea desoído es desalentador. La predicación del evangelio despreciada hace suponer que no tiene sentido compartir ese mensaje. De hecho esa es una de las razones por las que muchas personas dejan de compartir las buenas nuevas.

Por esa razón Pablo escribe en el verso quince lo siguiente:

¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Una cita de Isaías 52: 7

¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: Tu Dios reina!

La idea de Pablo y del propio profeta Isaías es resaltar la clase de bendición que representaba una persona que traía buenas noticias. De esa forma Pablo quería que comprendiéramos que no importa que sucede con el mensaje porque al darlo a conocer deja de ser responsabilidad de quien lo anuncia y se convierte en cargo para el que oye.

Los pies de los que anuncian la paz son dichosos quiere decir la vida de quienes anuncian las buenas nuevas tienen alegría, una alegría nacida de saberse bendecidos por Dios al compartir fielmente el mensaje que Dios les ha dejado. Pablo lo dijo así en 1ª Corintios 3: 6 “Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios.

C. Porque desobedecieron

Los israelitas no aceptaron el mensaje ni de Jesús, ni de Pablo. Así lo expresa el apóstol:

Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?

Pablo no se siente ni decepcionado ni ineficaz, se siente en realidad triste por la dureza del pueblo de Dios, una dureza que más tarde explicara para que sus lectores sepan que ocurre.

Pablo cita un texto de Isaías que aparece justamente en el capítulo cincuenta y tres del libro del profeta Isaías. Ese capítulo completo esta dedicado a la vida y obra del Mesías sufriente que fue despreciado por los judíos y no es casual. Los sufrimientos de nuestro Salvador resultaron incomprensibles para los hebreos que esperaban un Mesías poderoso.

Debemos poner mucha atención en la frase: No todos porque implica que hubo y hay judíos que han creído en Cristo. Pablo está hablado en todo este pasaje de Israel como pueblo en su conjunto, no de cada individuo perteneciente a esa nación porque hay hebreos que han abrazado la fe en Jesucristo.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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