Juan 14: 1
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
Introducción
Ante su inminente detención, procesamiento y muerte, Jesús le pidió a sus seguidores que no se angustiaran. La expresión “no se turben” procede de la raíz griega “tarassó” que se utiliza en dieciocho ocasiones en el Nuevo Testamento. La versión Reina Valera 1960 la traduce de diversas formas que enriquecen grandemente su significado.
En Mateo 2: 3 se usa para decirnos que Herodes y toda Jerusalén se turbaron al saber por boca de los sabios de oriente que había nacido el rey de los judíos. Un hecho sorprendente, inusitado, inusual o raro provocan esta clase de impresión en la vida de las personas. Mateo 14: 26 vuelve a usar el término para describir a los asustados discípulos en alta mar.
Dice Mateo que los 12 pensaron que veían a un fantasma y se turbaron, el término aquí se relaciona con el estado o condición que alcanza una persona cuando se topa con algo desconocido, algo que le resulta incomprensible. La persona queda turbada. Eso fue exactamente lo que le pasó a Zacarías en Lucas 1: 12 cuando se topa con el ángel Gabriel.
Pero quizá el término que mejor nos ayuda a comprender la expresión “turbar” o “turbado” es el que encontramos en Juan 5: 4 cuando el parálitico le dice a Jesús que nadie lo arroja a la pileta cuando las aguas se “agitan”. La palabra “agitan” es la misma expresión para “turbar” en el griego. La turbación es un estado de agitación del alma.
En Juan 11: 33 Juan la utiliza para referirse al estado de conmoción que Cristo tuvo cuando llegó a ver a Lázaro que había muerto y contempló a Martha y María que estaba grandemente desconsoladas. Al verlas así Jesús se conmovió o quedó conmocionado, es decir impresionado grandemente.
La palabra perturbar tiene una relación directa con el alma, según descubrimos en Hechos 15: 24 donde Pablo denuncia que algunos judaizantes se dedican a inquietar, agitar, asustar a los creyentes con sus doctrinas falsas, por lo que pide a los creyentes no caer en ese triste estado.
Pero la palabra “turbar” tiene también una traducción distinta en la versión Reina Valera 1960. En Hechos 17: 8 Lucas la utiliza como alborotar. Un alboroto es la alteración de la paz y la tranquilidad para dar a paso al escandolo, el ruido y el rompimiento de la calma de una casa o una sociedad.
Cuando Cristo le pidio a sus seguidores que su corazón o su persona no se turbará en realidad les estaba pidiendo que se mantuvieran en calma a pesar de estar ante algo inusual o guardar la tranquilidad a pesar de estar ante algo desconocido. Que no se agitarán como las aguas del mar se agitan.
Que tuvieran una actitud correcta para evitar la conmoción que muchas veces hace que nuestra vida se alborote al perder la compostura por las crisis que resultan de vivir en este mundo de oscuridad, sobre todo cuando enfrentamos la muerte de personas que amamos mucho.
Donde Él esté, yo también estaré
La despedida de Cristo
I Una despedida con tranquilidad
A) Porque confiamos en Dios
B) Porque debemos confiar en Cristo
En la introducción del estudio al capítulo catorce de Juan hemos señalado que Jesús usó este discurso para despedirse de sus discípulos. A unas cuantas horas sería detenido y condenado a la crucifixión, luego resucitaría y estaría con ellos otros cuarenta días y se iría para el cielo, pero quiso despedirse antes de morir en la cruenta cruz.
Después de pedirles que no se turben o que no se angustien, les da dos razones por las que deben guardar la calma en esos momentos tan difíciles que se avecinaban en su existencia.
A) Porque confiamos en Dios
Los discípulos conocían o sabía del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Los hebreos en general confiaban en Dios. Algunos más que otros, por supuesto. Jesús sabía que sus apóstoles confiaban en Dios por eso les dice que así como confían en el Creador, así debían confiar en su persona.
Abordaremos en primer término el significado de decirles a ellos que creían en Dios. La palabra “creéis” que usa el verso uno de Juan catorce procede de la raíz griega “pisteuo” que se traduce sencillamente “pensar que algo o alguien es verdad, también ser persuadido, acreditar o depositar su confianza.
Jesús no les dijo que creyeran en Dios a sus discípulos porque ellos estaban persuadidos de Dios y habían depositado en su Creador toda su confianza. Para las siguientes horas sería fundamental su fe en el Padre porque venían momentos cargados de presión contra ellos ante su detención y cruxifixión.
Pero practicamente esa parte la tenían zanjada o dominada, es decir todos ellos confiaban en Dios, pero les faltaba algo. Algo que Jesús les pide y que forma parte sustancial de este discurso.
B) Porque debemos confiar en Cristo
El reto que tenían frente a sí los seguidores más cercanos al Señor era que creyerán en él en el mismo grado que creían en Dios. La razón por la que les pidió que creyeran en él radicó en el hecho de que vivirían horas cruentas y muy difíciles en las que creer en Cristo sería un gran desafío.
La solicitud de que no se turbarán iba conectada con la petición de que si creían en Dios, también creyeran en él. La palabra “pisteuo” que usa para referirse a que confiarán en su persona es la misma que emplea para referirse a la seguridad que les nace por seguir a Dios, es decir Dios y Cristo se colocan en el mismo nivel de confianza.
Los seguidores de Cristo deben aprender a confiar en él. Es la enseñanza que salta con esta petición que Cristo hace. La doctrina del Señor Jesús es una doctrina cargada de esperanza en medio de un mundo oscurecido por el pecado y donde el creyente sufre situaciones tristes y padece dolores que a veces le roban la tranquilidad.
Jesús se estaba despidiendo de sus amigos y lo hacía de una manera tal que le pedía que asumieran esa realidad con tranquilidad. Que pudiera apreciar que esa separación por medio de una muerte llena de violencia formaba parte del plan de Dios y si ellos creían en Dios debían creer en él también.
A pesar de estas palabras cuando Jesús murió todos los discípulos se llenaron de miedo y huyeron. Algunos, como Pedro, hasta lo negaron. Pero, a pesar de ello, el Señor les entregó este mensaje que nos sirve para meditar y reflexionar sobre la importancia de comprender como quiere Cristo que nos comportemos ante una situación como la que vivió él.
Cristo se despidió de sus seguidores pidiéndoles tranquilidad. Él sabía claramente que le esperaban momentos sumamente dolorosos, pero ánimo hasta el final a sus apóstoles porque quería que se comportaran con seguridad en medio de una situación que los movería y conmovería.