La Biblia dice en Mateo 8:10

“Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que lo seguían: Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como la de este hombre.”

Algunos historiadores sostienen que los romanos tenían en las ciudades más importantes de Israel espías que los mantenían informados sobre lo que sucedía a fin de protegerse y estar alertas sobre una revuelta que pusiera en peligro la ocupación militar en el pueblo hebreo y por supuesto sus vidas.

De esa manera se entiende que este capitán romano supiera con exactitud quien era Cristo y sus principales enseñanzas. De hecho conocía perfectamente su naturaleza y poder ilimitado y por esa razón le pidió por un siervo suyo que estaba gravemente enfermo a quien Jesús quiso ir a sanar.

Este militar romano descubrió pronto quien en realidad era Jesús y doblegó el orgullo natural que los romanos tenía con los judíos y se acercó a buscar ayuda, no para él, sino para un esclavo suyo, lo que nos muestra que había decidido hacer a un lado sus pretensiones altivas por alguien más. No para él.

A Jesús lo dejó impresionado porque cuando se disponía a ir a su casa a orar por ese enfermo, este hombre reconoció su absoluta autoridad y ni siquiera le permitió entrar a su hogar no por otra razón, sino porque supo que la autoridad de Jesús le permitiría hacer la sanidad desde donde estuviera.

El relato que hace Mateo y otros evangelistas nos deja en claro que reconocer la autoridad de Jesús y vivir al amparo de ella es lo que más agrada al Señor y lo que lo mueve para obrar poderosamente en la vida de las personas que lo dejan ser el Rey que domina el universo y corazón de las personas.

El capitán romano dejó bien en claro porque había buscado a Jesús y el concepto que tenía de él. Se trató de un hombre que en la soledad de su vida vio lo que muchos de los compatriotas de Jesús no alcanzaron o no quisieron apreciar de la vida de su Redentor: su poder y autoridad sin igual.

El pasaje nos ayuda a comprender que si con algo vamos a impresionar al Señor es con la confianza total, absoluta y completa en él. Confiamos o no confiamos, creemos o no creemos, esperamos o no esperamos esos son los dilemas. Si nos entregamos a Cristo con todo nuestro ser y dejamos que sea nuestra autoridad, habremos avanzado mucho.

Que tal impresionado dejó a Jesús este hombre que el Señor aseguró que esa clase de fe no la había encontrado en todo Israel. Solo di la palabra y mi criado sanará, le dijo y Jesús quedó maravillado.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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