La Biblia dice en Salmos 83:18

“Y conozcan que tu nombre es Jehová; tú solo Altísimo sobre toda la tierra.”

Asaf fue un salmista que se conmovió ante las injusticias, que se conmocionó ante las desviaciones del pueblo de Israel y que rogó a Dios volver el corazón de su pueblo a su palabra. Él mismo luchó contra la desviación que viene de mirar más este mundo que alzar los ojos a Dios.

El salmo ochenta y tres es el último de esta sección donde encontramos once salmos compuesto por este levita a quien David escogió como uno de los responsables de uno de los grupos que cantarían constantemente en el tabernáculo que el rey había instalado en Jerusalén.

Asaf compuso este canto para pedirle a Dios que le hiciera justicia a su pueblo. Israel ha sufrido mucho a lo largo de su historia y el autor del salmo lo recuerda y al final de su composición le pide al Creador que los enemigos de Israel y en consecuencia del Señor lleguen a conocer el nombre de Dios y sepan que es Altísimo.

La petición tiene como propósito suplicarle a Dios que termine con la vergüenza que viene de decir que el Dios del cielo y de la tierra es nuestro amparo y vivir bajo el asedio, la oposición y opresión de nuestros poderosos enemigos que se huelgan de su poder y violencia contra los hijos de Dios.

No se trata, de ningún modo, de una queja o reclamo, más bien de una súplica para que Dios se levante y rompa ligaduras, destruya yugos y desate liberación a su pueblo. Es un clamor para que Dios liberte a sus hijos y la gente vea que Dios es Señor y que gobierna sobre todos.

El salmista argumenta para esta petición que Dios en otros tiempos se ha levantado a favor de su pueblo como en Egipto cuando hizo morder el polvo a Faraón o cuando hizo caer los muros de Jericó o cuando los reyes de Moab fueron derrotados de manera aplastante por los hebreos.

La gente supo, entonces, que el Señor le dio la victoria a su pueblo. Asaf quiere disfrutar de nueva cuenta de la alegría que viene de saberse vencedor. El triunfo del Señor tiene esa particular condición: nos alegra, pero a la vez muestra al mundo que nadie puede contra Dios y contra su pueblo.

La victoria es del Señor, pero nosotros la disfrutamos como si fuera nuestra. Nunca debemos olvidar que cuando la derrota ante nuestros enemigos parece la única realidad, Dios vendrá con poder y hará patente su poder soberano.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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