La Biblia dice en Salmos 51:11
“No me apartes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu.”
Esta es la plegaria que David hace luego de perder su comunión con Dios debido a su grave pecado con Betsabé que lo llevó no solo a adulterar, sino a convertirse en un homicida al ordenar la muerte de Urías, el heteo, esposo de la mujer que tomó de manera ilegal y quien era un hombre no solo valeroso, sino leal y fiel a la causa del reino davídico.
El pecado perturbó para siempre la familia de David, Natán el profeta le advirtió que la violencia no cesaría entre los suyos y así fue: murieron violentamente tres hijos: Amnón que fue asesinado por Absalón, el propio Absalón que murió al intentar apoderarse del reino de su padre y Adonías que murió por orden de Salomón al mantener su obsesión de ser rey.
Pero también lo afectó de manera personal. Perdió la alegría. De pronto el monarca se opacó y la vida se le convirtió en una cansada rutina donde todo transcurría sin el menor sentido porque el pecado tiene como recompensa la perdida de motivación, las ganas de enfrentar retos y sobre todo la alegría de vivir.
La ausencia del Espíritu Santo hizo ver en David la peor versión de su vida.
Esa es la razón por la que vehemente ruega al Señor que su presencia no se aparte de su vida. David sabía perfectamente que la única razón para existir en este mundo es que Dios esté con nosotros, que Dios nos acompañe, que tengamos la certeza de que está a nuestro lado y el pecado lo aleja, nos distancia de él.
Luego también le suplica que no le quite su Santo Espíritu. En tiempos de David y en todo el Antiguo Testamento el Espíritu Santo reposaba solo en algunos hombres y mujeres, pero podía retirarse ya sea porque habían cumplido su misión o por el pecado que habían cometido. Entonces perdían los privilegiados en tenerlo. Por eso David hace esa oración.
Hoy en día, desde el Pentecostés cuando vino a la tierra, el Espíritu Santo permanece en los creyentes y el pecado no lo aleja para siempre, pero si lo contrista y lo apaga. El arrepentimiento genuino hace que de nueva cuenta vuelva a llenar la vida del hijo de Dios para auxiliarlo en la tarea de parecerse cada vez más a Cristo.
La oración de David sirve para recordarnos que el pecado nos separa del Espíritu Santo y por ello debemos luchar contra el pecado de manera constante y sin concesiones ya que solo de esa manera podremos disfrutar de su presencia y de sus bendiciones de las que Pablo nos habla en Gálatas.
Así tendremos, como dice el apóstol, amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.