La Biblia dice en Lucas 1:41

“Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le movió en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo.”

La labor del Espíritu Santo en la encarnación de Cristo fue formidable. Primero llenó a María ya que fue el instrumento que hizo posible su embarazo y luego se manifestó a la vida de Elisabeth, la madre de Juan el Bautista, quien también fue revestida del Santo Espíritu de Dios cuando se encontró con su parienta María.

Ambas mujeres fueron cubiertas poderosamente por parte de Dios para la labor que desempeñarían en el plan de la redención de Dios: María otorgaría a Jesús la parte netamente humana que necesitaba y Elisabeth procrearía un niño que sería el mensajero de Jesús.

La maternidad de ambas requeriría la asistencia del Espíritu Santo porque estarían encargadas de conducir la vida de sus hijos por los caminos de Dios, antes de que tomaran consciencia de su misión en esta vida y eso hacía necesario e indispensable contar con el auxilio directo de Dios a través de su presencia poderosa.

El verso que hoy meditamos nos muestra que la experiencia con el Espíritu Santo de ambas mujeres ocurrió mucho antes de que sus respectivos hijos nacieran, primero como una confirmación de la vocación que tendrían sus vástagos, pero también como una manera de hacerles ver la complacencia de Dios con lo que habría de ocurrir en sus vidas.

Lucas, autor del evangelio que lleva su nombre, recabo toda la información de los acontecimientos ocurridos antes del nacimiento de Juan y de Jesús y registró este impactante evento que marcó la vida de María y Elisabeth, quienes de un día para otro se convirtieron en los personajes protagonistas de la salvación.

Sin embargo su labor requeriría algo más que solo su voluntad, el amor a sus hijos o la disposición a hacer la voluntad de Dios, ellas necesitarían la fuerza y el poder del Espíritu Santo para poder guiar sus vidas y obrar de acuerdo a los eternos propósitos de Dios que las eligió a las dos porque así le plació.

La tarea que ellas tenían designadas era una tarea que necesitaba contar con la ayuda del Santo Espíritu de Dios. Tal vez para muchos la maternidad es tan natural en las mujeres que lo hace cualquiera, pero en el caso de ambas féminas es claro que Dios las estaba preparando para su labor.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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