La Biblia dice en Salmo 109:28
“Maldigan ellos, pero bendice tú; levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo.”
David fue maldecido muchas veces por diferentes personas. Muchos de quienes le maldijeron fueron amigos suyos, conocidos a quienes ayudó de diversas maneras, pero que lo traicionaron y en un acto de ingratitud se volvieron en su contra, sin razón y motivo alguno.
Fue tal la felonía de sus malquerientes que David escribió el salmo ciento nueve para desahogar la frustación que sentía ante tantos malagradecidos y eleva un plegaria en la que le pide a Dios que ante las maldiciones de esas personas, lo bendiga siempre con lo que todo lo que se dijera en su contra no tendría ningún efecto.
David sabía y entendía claramente que la lengua maligna de los hombres no tiene ningún poder mientras Dios haya determinado bendecirnos, pero también a la inversa aunque nos bendigan millones de seres humanos, si Dios ha determinado maldecirnos no queda más que hacer, sino un horrenda expectación por las desgracias que han de venir a nuestra vida.
La gente nos puede ver mal, nuestros adversarios pueden desear los peores desastres para nosotros, pero mientras Dios nos bendiga no debemos tener temor de nada y eso justamente a lo que David apela, mientras sus adversarios lo maldigan, Dios proceda siempre a bendecirlo.
Nada nos podrá hacer daño mientras Dios guarde nuestra alma. Mientras el Todopoderoso vele por nosotros, como escribió Salomón en el salmo ciento veintisiete, Dios dará a su amado el sueño o el descanso. Si Dios es por nosotros, escribió también Pablo, quién contra nosotros.
Pero David sabe que enemigos siempre los tendrá y se levantarán de tiempos en tiempo y de temporada en temporda por eso le pide a Dios que cuando éstos se yergan solo sea para ser avergonzados, mientras los siervos de Dios se regocijen a pesar de enfrentar las malquerencias de los calumniadores, murmurados y mal dicientes.
David deposita de esta forma toda su confianza en los alcances de la bondad y bendición de Dios y miniminiza los alcances de las maldciones de sus odiadores, a quienes por cierto benefició con compasión y misericordia, pero que vueltos contra él lo han convertido en objeto de sus rencores.
La bendición de Dios podra siempre más que los malos deseos e imprecaciones de los aborrecedores de nuestra vida.