La Biblia dice en Génesis 1:2

“La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua.”

Al acercarnos a la creación o al inicio de todo lo creado nuestra mente diminuta le cuesta trabajo entender a cabalidad lo que ocurrió hace miles de años cuando no existía absolutamente nada. Moisés recibió, entonces, la revelación divina para plasmar verdades que nunca antes habían sido expresadas y las escribió para conocer la historia de la tierra.

Al referirse a la tierra, el mundo o el globo terráqueo encontramos tres verdades en el verso que hoy meditamos: 1. En el origen no tenía ninguna forma. 2. Todo era un mar profundo y 3. El Espíritu de Dios se movía sobre el agua. Lo que nos presenta, como algunos estudiosos dicen, a la tierra en su estado natural. Como el lodo antes que el alfarero le de forma.

La materia prima con la que se formó el mundo no tenía ninguna forma, ni había nada en ella que tuviera vida, además de que todo estaba en oscuridad y entonces ocurrió un gran milagro porque Dios, de esa masa informe o sin forma, llena de caos o confusión y sin nada de luz, desplegó su palabra sobre ella y todo fue transformado.

Si alguno de nosotros hubiera estado presente en ese momento indudablemente hubiéramos quedado pasmados, impactados, asombrados y atónitos al contemplar que no existían árboles, ni mares, ni tierra, ni animales y por supuesto rastros de vida humana sobre ese espacio.

Y justamente de ese material Dios se valió, con la fuerza de su palabra, para la creación, día a día, de cada uno de los componentes de lo que hoy conocemos como naturaleza. Dios entonces se dio a la tarea de crear, con la sabiduría que sólo él puede tener, de cada uno los integrantes de esta creación llegando a su clímax con la creación del hombre y la mujer.

La historia de la creación para muchos un mito, para otros un cuento para niños y para otros un disparate, es para nosotros, los que hemos creído en el Dios del cielo y de la tierra, la verdad más consistente, porque Moisés no lo maneja como una teoría o una tesis como muchas de las que hoy millones aceptan como verdad, sino como una afirmación verídica capaz de llenar el corazón de quienes la aceptan.

Una de las tantas enseñanzas que podemos aprender del relato del prinicipio de todas las cosas es que Dios toma lo que no es para avergonzar lo que es, que Dios toma lo vil y menospreciado para apenar a lo fuerte, altivo y altanero y en síntesis que el Señor, como un alfarero, toma en sus manos lodo y lo transforma en una obra maestra.

Dios como un artífice diestro y hábil recoge cenizas y les da vida haciendo a un lado el vacío y la confusión que reina en la vida de muchas personas que al abrazar la fe en Cristo Jesús se vuelven justamente nuevas criaturas.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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