La Biblia dice en Mateo 6:21
“Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.”
Jesús fue muy claro de la incompatibilidad del dinero o las riquezas y Dios. El ejemplo del joven rico a quien le pidió que diera sus bienes a los pobres y que luego lo siguiera es quizá la representación más dramática de esta verdad a la que Cristo hizo mucho énfasis como cuando Zaqueo devolvió lo robado y dio la mitad de sus bienes a los pobres.
El Señor sabía perfectamente la clase de lucha que se libra cuando las posesiones materiales aumentan en la vida de las personas. Generalmente una persona que empieza a tener dinero siempre quiere más y más y en ocasiones no importa si para lograrlo recurre a métodos o actividades sin ética o francamente delictuosas.
Cristo no está en contra del dinero, pero del dinero bien habido. Las fortunas nacidas del trabajo y empeño, la creatividad y el esfuerzo diario y del que surge por su bendición tienen toda la aprobación porque sus propietarios saben perfectamente que es un don que sirve mucho para ayudar a los demás. El corazón de estas personas no pierde su ubicación.
Por eso Jesucristo les ha dicho a sus discípulos y nos dice a nosotros que debemos hacer tesoros en el cielo donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder y donde mucho menos los ladrones entrar a robar porque donde está lo más valioso de nuestra vida, en este caso el dinero, allí está nuestro corazón.
Con estas palabras Jesús nos deja claramente establecido que lo más valioso, lo más importante, lo más prioritario lo localizamos inevitablemente justo donde ponemos todo nuestro tiempo, esfuerzo. Claro que puede ser el dinero lo más valioso, pero también puede ser uno mismo u otra persona o lo que sea.
El peligro de las riquezas es que pueden desaparecer de la noche a la mañana, los bienes pueden dejar de ser nuestros por cualquier causa y de pronto no tener nada, en cambio los tesoros celestiales tienen la garantía de que son eternos. De allí la necesidad de revisar periódicamente por qué estamos luchando en este mundo.
De ningún modo se trata de desalentar la generación de riqueza. No. Se trata más bien de asegurarnos de estar en concordancia con las prioridades del reino de los cielos que nos espera cuando partamos de este mundo. Se trata de mantener siempre presente que los bienes espirituales son más valiosos a pesar de que para tenerlos tengamos que padecer.
El corazón de las personas es fácil de ubicar: se localiza en donde entregan lo mejor de sus vidas.