La Biblia dice en Hebreos 1:3
El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Introducción
El autor de la carta a los Hebreos presenta al Hijo de Dios en el estado o en la posición que siempre tuvo, aun cuando nació en el establo de Belén, padeció por nuestros pecados y resucitó al triunfar sobre la muerte. Ese hombre que murió de manera vergonzosa en la cruz, retomó el lugar de alto honor que siempre había tenido.
Nos adentra, la carta a los Hebreos, a uno de los grandes misterios de la vida de Cristo porque nos muestra su perfecta naturaleza divina, pero a la vez nos muestra su perfecta naturaleza humana. Ambas naturalezas convivieron en armonía perfecta en este hombre que nació como nace cualquier ser humano, aunque fue engendrado de manera divina.
El verso que hoy meditaremos nos lleva a uno de los grandes milagros que Dios hizo: envió a su Hijo, su amado Hijo, para redimirnos. Lo hizo en un cuerpo mortal, pero era a la vez y nunca dejó de ser Dios mismo, un concepto difícil de asimilar, por nuestra mente tan finita, pero es una realidad incontrovertible: Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.
La encarnación de Cristo es la incomparable revelación de Dios para mostrarnos la perfecta naturaleza del Creador.
Jesús es presentado por el autor de la carta en sus dos naturalezas, pero se decanta mayoritariamente por presentarlo como verdadero Dios, sin dejar de considerar que habitó un cuerpo humano.
Para hablar de su divinidad el escritor de la epístola usa una figura o ejemplo que todos entendía perfectamente cuando dice que “se sentó a la diestra de la Majestad”, agregando en las alturas porque ellos comprendían cabalmente que un soberano que en téminos humanos colocaba alguien a su lado derecho le estaba confieriendo su misma posición.
En el caso del Hijo de Dios, había acontecido en el cielo lo que en la tierra sucedía cuando un monarca ponía a alguien a su diestra. Automaticamente asumía un rol de igual a igual con el soberano, con todas sus facultades y todos sus poderes y eso es lo que ha sucedido con Jesús en el ámbito celestial.
Cristo es el resplandor de su gloria, es la imagen misma de su sustancia, es quien sustenta todas las cosas, pero antes de todo ello, efectuó la purificación de nuestros pecados, es decir fue un ser humano al que Dios glorificó en su condición de Hijo de Dios. Es una presentación de la humanidad y divinidad de Cristo.
La encarnación de Cristo, la incomparable revelación de Dios
II. Para mostrarnos su perfecta naturaleza
A. Es el resplandor de su gloria
B. Es la imagen misma de su sustancia
C. Es quien sustenta todas las cosas
D. Es quien efectuó la purficación de nuestros pecados
El autor de la carta está sumamente interesado en presentar a Jesús como Hijo de Dios para que sus lectores comprendan que no habrá otra revelación de parte del Creador. Jesús es la definitiva revelación del Padre y para ello les ofrece y nos ofrece dos aspectos fundamentales de la cristología: quién es y qué hace.
A. Es el resplandor de su gloria
La palabra resplandor que utiliza la versión Reina Valera 1960 se traduce de cuatro formas distintas en sendas versiones de la Biblia: irradiación, reflejo, muestra brillante y esplendor, que nos permite entender mejor el significado que el Hijo es el resplandor de la gloria del Padre. El Hijo irradia, refleja, es una muestra brillante y expresa el esplendor del Creador.
La palabra griega que se utiliza para este vocablo es “apaugasma” y solo se usa en una ocasión en todo el Nuevo Testamento. Es una palabra compuesta por los términos “apo” que es una preposición que intensifica el verbo “augázo”, que se traduce como brillar. “Augázo” generalmente se usaba para referirse al amanecer.
De “augázo” surge el término “auge” que también se traduce como apogeo o crecimiento o desarrollo notable y progresivo de algo, alguien o una actividad. Al utilizarse como “resplandor” quiere decir que el Hijo es la expresión de la gloria o doxa del Padre. La palabra doxa se traduce como fuerza, poder, peso, influencia y por eso algunos la traducen como grandeza.
El Hijo nos mostró la grandeza de Dios, fue el reflejo y una muestra brillante del Señor del cielo y la tierra. En términos humanos parecía débil, pero en realidad su presencia entre nosotros fue la expresión de la energía divina poderosa, imbatible, frente a la que el hombre no puede hacer nada como en la transfiguración. Mateo 17: 1-13
B. Es la imagen misma de su sustancia
El Hijo expresa el carácter de Dios porque es el vivo retrato de su ser o su persona ya que es la imagen fiel de lo que es Dios y que mostró su semejanza perfecta del Padre. Eso es lo que autor de la carta quiere decirle a sus desanimados lectores que estaban luchando pensado que Jesús no reunía los requisitos para ser el Mesías.
Y pensaban así porque en Jerusalén nada había cambiado desde que Cristo murió y al contrario seguían practicándose los mismos sacrificios, con los mismos sacerdotes y nada parecía transformar esa realidad y su duda los llevó a poner en tela de juicio la veracidad y autenticidad de Jesús como el Hijo de Dios.
Pero el autor de la epístola corrige esa grave equivocación al presentarlo como la imagen misma de su sustancia, una frase que quiere decir que es el vivo retrato de la persona del Padre, tal y como lo afirmó Cristo durante su ministerio terrenal frente a sus discípulos, sus seguidores y aún frente a sus adversarios los fariseos y escribas.
C. Es quien sustenta todas las cosas
Los judíos que estaban renunciando a su fe necesitaban saber que el Hijo de Dios sustenta todas las cosas. La palabra sustentar que usa el griego es “ferón” que tiene implicaciones no solo de quien sostiene o provee, sino también de quien guía o dirige. En ese sentido la labor del Hijo es amplia sobremanera a la hora de precisar que hace con el mundo.
No está cruzado de brazos, tampoco está como un expectador. No. En realidad está actuando a su manera, en su tiempo o tiempos y está conduciendo la historia por donde mejor le place y por donde considera que llevará a los hombres a la consumación de su plan eterno.
Cuando recordamos la encarnación de Cristo en realidad debemos tener presente que el Hijo de Dios sustenta nuestras vidas y las dirige hacia la consecución de sus eternos propósitos.
D. Es quien efectuó la purificación de nuestros pecados
El Hijo de Dios tuvo una misión específica al encarnarse y fue la efectuar la purificación de nuestros pecados. En el vocabulario hebreo esta frase era fácil de entender porque el sistema de sacrificios que encontramos en el libro de Levítico establece la manera en la que se debía purificar al pueblo de Israel de sus pecados.
Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores y para ello debía morir de manera cruenta en la cruz del calvario. Fue la ofrenda perfecta que Dios necesitaba para limpiar la maldad del ser humano.