La Biblia dice en Josué 2:24

“Le dijeron: El Señor ha puesto toda la región en nuestras manos. Por causa nuestra, todos los que viven en el país están muertos de miedo.”

Los habitantes de Jericó no tenían hemerotecas, ni bibliotecas modernas como las que hoy tenemos, mucho menos contaban con tecnología para registrar los sucesos más impactantes que ocurrían en su ciudad y mucho menos tenían forma alguna de registrar los acontecimientos más allá de sus fronteras.

Sin embargo de alguna manera todos ellos supieron lo que aconteció en el Mar Rojo cuando el pueblo de Israel salió de Egipto. De cómo las aguas se abrieron y el pueblo hebreo pasó lo que provocó una estrepitosa derrota del pueblo egipcio y coronó la liberación de los judíos luego de cuatroscientos años de cautiverio.

Pero no solo lo supieron sino que lo tuvieron presente cuando se enteraron que esos judíos estaban a las puertas de su ciudad y se llenaron de temor. El caso de los jeriqueños es sumamente interesante porque creyeron fielmente en que el Dios de Israel era extremadamente poderoso, aun cuando eran paganos.

Fue tal su convicción de esa verdad que cuando los espías que Josué había enviado a reconocer la tierra se percataron que estaban muertos de miedo ante la posibilidad de que fueran atacados por los israelitas ya que estaban seguros que si eso sucedía nada podrían hacer para salvarse.

Ellos creyeron fehacientemente que Dios es poderoso. No tenían la menor duda de que lo acontecido en el Mar Rojo sucedería en su país y por eso se llenaron de miedo, pero no pudieron acceder a confiar en Dios, de hecho ellos estaban más seguros de las capacidades de Dios, que los propios hebreos y no pudieron tener fe salvífica por su idolatría.

Pero su actitud nos deja pasmados a quienes si creemos en Dios porque en ocasiones dudamos del poder del Señor. Ellos no tenían ninguna duda y eran paganos. Ellos estaban seguros de que el Señor no había cambiado y que el poder manifestado cuarenta años antes, cuando las aguas del Mar Rojo se abrieron, volvería a expresarse.

La fama de Dios fue suficiente para que los habitantes de Jericó sucumbieran. Los muros de esa ciudad cayeron mucho antes de que los hebreos dieran vueltas sobre ella. Los jeriqueños estaban derrotados justo el mismo día que Moisés levantó su vara y el Mar Rojo se abrió porque ellos sí entendieron que el poder de Dios es irresistible y qu nunca cambia.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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