La Biblia dice en Romanos 10:17
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”
La fe esta ligada a la palabra de Dios. La única manera de que un creyente desarrolle su fe es a través de la Escritura. La base de la confianza del hijo de Dios nace y se fortalece a través de la revelación divina. La Biblia es la fuente en que los discípulos de Cristo pueden acrecentar su fe en Dios.
Pablo utiliza la expresión oír porque en los tiempos cuando escribe la carta a los Romanos, la palabra de Dios se leía en las sinagogas porque eran rollos muy costosos que solo se poseían ya sea en colectividad para poder adquirirlos o de manera personal porque se tenían los recursos económicos suficientes para poseerlos.
En nuestros días, bendito Dios, la Escritura la encontramos concentradas en un solo libro llamado Biblia y todos podemos ya no solo oírla, sino leerla y, con ganas y deseos, estudiarla para aprender la voluntad de Dios revelada de manera sencilla en la historia del pueblo de Israel y el mensaje de las buenas nuevas de Jesucristo.
Una persona desarrollara su confianza cuando se sumerja completamente en la revelación divina de manera sistemática, consistente y permanente. Pero a la inversa, una persona duda y cae en incredulidad en la medida que se aleja del mensaje que tiene la palabra de Dios para su vida.
La Biblia se convierte de esa manera en el motor que impulsa al Hijo de Dios a confiar absolutamente en todo lo que Dios no solo ha dicho, sino ha hecho y que se encuentra plasmado en los sesenta y seis libros que integran la revelación escrita donde podemos apreciar la conducta de Dios con los que creen y con los que no creen.
Pablo quería que los creyentes aumentarán su compromiso con la Escritura porque de ello dependía y depende grandemente el tamaño o el nivel de seguridad con la que puede vivir un seguidor de Cristo. Allí radica esencialmente la certeza de los que creemos. No debemos perder de vista, entonces, que a mayor palabra de Dios en nosotros, mayor fe.
En la Biblia descubriremos muchos eventos donde Dios ayudó a sus seguidores, sanó dolencias, suplió necesidades, desmontó intrigas, destruyó enemigos de su pueblo y salvó portentosamente a quienes creyeron que el era y es poderoso para obrar grandemente en sus vidas.
Oírla, leerla y meditarla nos hará tener presente que el Señor nunca falla.