La Biblia dice en Romanos 6: 2

En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?

La gracia divina perdona todos los pecados. El amor incondicional de Dios nos redime de todas las transgresiones que cometemos contra el Señor. El favor de Jesús para con sus seguidores es inmenso porque olvida nuestras iniquidades, maldades y rebeliones con una paciencia infinita. 

Pero eso de ninguna manera nos da licencia para pecar reiteradamente contra nuestro Señor. Eso es lo que vehementemente declara Pablo cuando dice: “En ninguna manera”. Es incompatible una vida que ha descubierto la gracia del Señor llevar una vida pecaminosa delante del Creador. 

El creyente ha muerto al pecado, dice Pablo, para referirse al hecho de que la muerte del Señor Jesús en la cruz del calvario nos ha redimido del pecado y a partir de aceptar en nuestras vida la muerte sustituta de Cristo por nosotros todas nuestras transgresiones han sido perdonadas. 

Por esa razón ya no podemos vivir en el pecado o en otras palabras ya no podemos existir pecando. El pecado nos quiere arrastrar, pero debemos suplicar el auxilio de nuestro Salvador para luchar contra la maldad que nos aprisiona porque no solo está en el mundo, sino en nuestra naturaleza caída.

Frente al pecado Pablo quiere que nos consideremos muertos. Un muerto ya no tiene ni voluntad ni deseos. Solo de esa forma podremos luchar contra nuestro enemigos que nos separa de Dios porque el pecado tiene esa desdichada característica que nos engaña y una vez que nos ha extraviado nos aleja cada vez más y más del Señor. 

En los tiempos del apóstol Pablo existía una idea equivocada de la gracia y el pecado. Algunos pensaban que como la gracia del Señor es infinita podía pecar una y otra vez. Al final de cuentas siempre serían perdonados por gracia, pero Pablo les dice que no deben equivocarse: la gracia no implica vivir en el pecado. 

De esa forma nos recuerda que vivir para Cristo representa una oportunidad para manifestar su gracia, pero viviendo de manera integra delante de su presencia, sin dejar de luchar contra el pecado que nos acorrala y nos quiere atar como lo hizo en el pasado.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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