La Biblia dice en Job 38:2

“¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?”

Dios interroga a Job. Lo somete a su escrutinio en un ejercicio por demás formidable porque con cada pregunta que le hace lo lleva a reflexionar sobre las grandes limitaciones humanas y la indescriptible grandeza de Dios mostrada a través de su creación que la mayoría de las veces el hombre no repara en ella.

Es una confrontación dura de parte del Señor, pero compasiva ante un hombre dolido por los tristes acontecimientos que han llegado a su vida, sin embargo a través de ella nos podemos acercar a la forma en que nos comportamos cuando en medio del dolor y sufrimiento nos rebelamos y murmuramos contra Dios. A veces abiertamente.

El texto lo traduce la versión de la Biblia Dios Habla Hoy de la siguiente forma: “¿Quién eres tú para dudar de mi providencia y mostrar con tus palabras tu ignorancia? Las palabras de Job en respuesta a cada uno de los planteamientos de sus amigos estuvieron cargadas de duda sobre el cuidado de Dios y desconocimiento de sus designios.

Exactamente los mismos males que nos aquejan a todos cuando “las cosas salen mal” o “cuando todo se echa a perder” o “cuando todo se arruina”. Cuando no tenemos lo que queremos o tenemos lo que no queremos pensamos que Dios ha dejado de ayudarnos o sustentarnos, cuando en realidad él siempre está con nosotros.

Luego nuestras palabras empiezan a llenarse de inconformidad porque ignoramos que Dios nunca deja de obrar, pero como no sucede lo que le pedimos o tarda en dar respuestas a nuestras necesidades urgentes, creemos que nos ha olvidado y entonces damos rienda suelta a nuestra frustración.

Dios se presentó a Job para hacerle ver la gran equivocación en la que estaba. Su error estaba en olvidar la grandeza de Dios. El mismo error de nosotros cuando la aflicción nos cubre. Pero también en denigrar los designios del Señor con sus palabras, como muchos de nosotros hacemos cuando vivimos tiempos de gran desolación.

Lo que le sucedió a Job es que empañó el consejo divino con palabras sin sentido. Nada justificaba al patriarca ante esta actitud, pero desde el punto de vista netamente humano lo que estaba viviendo lo había llevado hasta ese punto. Lo verdaderamente triste para nuestra generación es que con menos de lo que padeció ese varón nosotros nos quejamos.

Sin importar el tamaño de la aflicción nosotros debemos recordar que la grandeza de Dios no disminuye nunca y que por tal razón debemos reconocer siempre que nunca deja de ser Dios y nuestras palabras deben ser cuidadosas para adorarlo de todo corazón.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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