La Biblia dice en Proverbios 15:6
“Gran abundancia hay en casa del hombre honrado, pero al malvado no le aprovechan sus ganancias.”
Proverbios contrasta siempre dos verdades o dos ideas: la necedad y la prudencia y en ese marco clasifica a los hombres en honestos, íntegros, prudentes y sensatos por una parte y por otra los necios, insensatos, imprudentes y malvados que viven en realidades completamente distantes.
El honrado que vive de acuerdo a principios y valores y si bien puede padecer grandes carencias materiales, sin embargo vive en paz y calma consigo mismo y con toda su familia, en tanto que el malvado puede obtener riquezas de la manera más inmoral, pero no le sirven para los más esencial en esta vida que es vivir en quietud y reposo.
En este mundo se vive mucha simulación o con muchos espejismos porque pululan personas que engañando, mintiendo, traicionando, robando, pasando por encima de quien sea y en muchas ocasiones perdiendo su dignidad obtienen dinero que inicialmente les provee placeres, bienes y gratificaciones al por mayor, pero solo por determinado tiempo.
La realidad es que tarde o temprano esas riquezas obtenidas de manera ilícita se vuelven contra ellos y no los dejan vivir en paz porque les da un pavor terrible perderlas y el solo hecho de pensar que pueden quedar sin ellas les hace vivir en una condición de zozobra y temor.
En cambio la persona honesta vive en paz porque lo que ha obtenido sea poco o sea mucho lo tiene gracias a su trabajo y esa sola condición lo hace un ser feliz, al que su conciencia no lo molesta ni le reclama nada porque no ha hecho a nadie mal, ni se apoderado de manera ilegal de lo que posee.
Por eso el proverbista afirma categóricamente que en la casa de una persona hay gran abundancia, mientras que al malvado no le aprovechan sus ganancias: la razón de este contraste estriba o radica en la manera en que se hacen o producen las riquezas, las legítimas son aprobadas por Dios, las ilegítimas son castigadas por él.
Frente a la tentación de acrecentar nuestro patrimonio robando o dañando a nuestro prójimo debemos recordar que no hay en este mundo mejor bien que la honradez, que si posiblemente tal vez no pague bien, pero nos da noches placenteras de descanso sin preocupación alguna.