La Biblia dice en Proverbios 15:6
“Gran abundancia hay en casa del hombre honrado, pero al malvado no le aprovechan sus ganancias.”
La honradez es una virtud que paga muy altos intereses porque le da a los hombres y mujeres la enorme ventaja de vivir en paz y con tranquilidad, dos valores indispensables para existir sin sobre saltos e ir cada noche a dormir en paz sin ninguna clase de remordimiento o temor.
En contra sentido, la falta de honradez produce personas intranquilas que viven con la penuria de que en un momento se llegue a conocer su desfalco, hurto o su desmedida ambición. Salomón agrega a este mal el hecho de que esa clase de ganancias no le aprovechen para nada a los malvados.
El rey sabio de Israel hace un contraste entre los hombres honrados y quienes no lo son y junto con ello los beneficios y perjuicios que trae asumir cualquiera de las dos conductas a la que todos están expuestos en un mundo donde la corrupción campea por todos lados y donde muchos creen que huir de la pobreza sin honradez los llevará a la riqueza.
Qué dramática equivocación. Porque el dinero obtenido con trampa, engaño o desfalco no le aprovechará a nadie. Cierto podrá tener algunos días de grandes satisfacciones, pero tarde o temprano se desvanecerán porque se obtuvieron con el dolor y sufrimiento de seres inocentes.
Es dinero mal habido, es dinero obtenido fuera de los parámetros que Dios señala y eso lo convierte en un recurso que incluso puede traer grandes tragedias a sus poseedores y generalmente se desvanece o se pierde de maneras muy dolorosas para sus supuestos dueños que los miran irse tal como llegaron.
En cambio la honradez paga mejor porque hace que en la casa del hombre que se apega a esta virtud haya abundancia. La abundancia es tener lo necesario y un poco más de lo que se necesita para subsistir. La abundancia es la recompensa de quien no roba, de quien no defrauda.
En la casa de los honrados hay más que suficiente y sobre todo se tiene la tranquilidad de saber que todo lo que se ha obtenido es producto de mucho trabajo, llevado a cabo sin dañar el patrimonio de otros, sin engañar para obtener bienes materiales, confiando únicamente en la labor bendecida por Dios.
La Escritura despedaza la equivocada idea de que para prosperar se tiene que hacer a un lado la honradez y precisa que no hay ganancia alguna en los hurtos.