La Biblia dice en Hechos 5:3

“Pedro le dijo: Ananías, ¿por qué entró Satanás en tu corazón para hacerte mentir al Espíritu Santo quedándote con parte del dinero que te pagaron por el terreno?”.

Ananías es una gran parábola de lo que es incompatible con la vida comunitaria de la iglesia. En primer lugar la búsqueda de notoriedad –él quería que todos vieran que era desprendido con sus bienes–, en segundo lugar la codicia –en realidad él se quedó con el dinero de su propiedad– y en tercer lugar la falta de respeto al Espíritu Santo, –pensó que se ignoraría su felonía–.

Lucas relata la historia del matrimonio de Ananías y Safira para mostrar a la iglesia los complejos problemas que se enfrentarán ante la llegada o ingreso a la comunidad cristiana de toda clase de personas, muchas de las cuales llegan con ideas completamente equivocadas sobre lo que representa pertenecer al cuerpo de Cristo.

La pareja que describe el historiador de la iglesia tenía un terreno que nadie les pidió que vendieran. Era suyo, no tenían porque deshacerse de él, pero como vieron como fue reconocido Bernabé al vender su heredad y ponerla a los pies de los apóstoles, ellos quisieron recibir ese reconocimiento, pero entregando a medias el precio de su lote.

Lo que para ellos fue una “pequeña mentira” se convirtió en su debacle porque la búsqueda de notoriedad, el engaño y la codicia le abrieron la puerta de su vida a Satanás, lo que los llevó irremediablemente a mentir al Espíritu Santo. Es interesante que Pedro no le dijo que había engañado a Dios o a Cristo, sino al Espíritu Santo.

Es evidente que los sucesos relatados luego del Pentecostés, el crecimiento de la iglesia y la decisión de muchos de vender sus propiedades era un mover o una acción causada por el Santo Espíritu de Dios y por ello se acusó a Ananías de mentirle con tal de obtener un beneficio ilícito.

La lección que nos deja la historia de Ananías y Safira es que no podemos vivir la vida cristiana impostando o haciendo como que somos o hacemos lo que ni somos o lo que ni hacemos. Sobre todo en cuanto al dinero se refiere. Nadie está obligado a entregar nada, si a así lo desea, pero al darlo debemos hacer con todo el corazón.

Este matrimonio fue castigado por vender su propiedad, que nadie le pidió que lo hiciera, y luego llegar a entregar solo una parte de su dinero, que tampoco se le pidió y finalmente porque quisieron aparentar una piedad que no vivían, lo que causó su ruina y perdieron la vida por su temeridad.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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