La Biblia dice en Salmos 81:10

“Yo soy el Señor, tu Dios, el que te sacó de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo te satisfaré.

Asaf compuso este salmo para usarse en las celebraciones judías. Como muchos de los salmos que encotramos en el salterio judío este canto, además de servir para la liturgía hebrea, es usado como un poema sapiencial, es decir, para meditar, reflexionar y repensar una y otra vez las obras de Dios y la respuesta de su pueblo al amor divino.

El verso que hoy meditamos nos presenta una declaración, una afirmación y una promesa que combinadas nos permiten no solo conocer mejor a Dios, pero sobre todo aprender a identificar el grado de compromiso que asume con sus hijos y el tamaño de lo que puede hacer por nosotros.

En primer lugar, su naturaleza: Señor y Dios. Adonai y Eloim, sus nombres en hebreo que expresan su condición de Dueño y Poderoso. Un Dueño sin ninguna limitación para obrar en función de sus eternos propósitos y cambiar o modificar una situación o circunstancia para cumplir con sus planes pues es sumamente poderoso.

En segundo lugar: de sus obras prodigiosas, no la única, pero sí una de las más benéficas para Israel: sacarlos de la tierra de Egipto donde eran algo más que esclavos porque los egipcios les amargaron la vida de tal manera que su existencia transcurría en medio de la más profunda desolación.

Con esta declaración y afirmación Dios les estaba haciendo ver a los israelitas, y por supuesto a nosotros también, su naturaleza y sus obras, en otras palabras su ser y quehacer, su condición y su acción que siempre van unidas. Dios es grande y hace cosas grandes. Dios es Dueño de todo y dirige el mundo entero a su voluntad.

Y por esa razón su promesa o promesas son creíbles y seguras, como ésta que dice: “abre tu boca y yo te satisfaré”, un compromiso de llenar de satisfacción la existencia de quienes de manera sencilla y humilde abren su boca como un niño que es alimentado con la mano por su madre porque sencillamente no puede hacerlo por sí mismo.

Dios se está comprometiendo, no con todos, sino solo con aquellos que admiten su necesidad y en esa condición dejan la soberbia y altivez para permitir que Dios intervenga en sus vidas. Para ellos la garantía es una vida de satisfacción, no solo en lo material, sino sobre todo en lo espiritual.

Dios quita la insatisfacción, pero solo a aquellos que llegan ante él con una actitud correcta.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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