La Biblia dice en Eclesiastés 1:9
“Nada habrá que antes no haya habido; nada se hará que antes no se haya hecho. ¡Nada hay nuevo en este mundo!”
El rey Salomón, autor del libro de Eclesiastés que en hebreo se llama Qohelet y que la versión Reina Valera 1960 lo traduce Eclesiastés como lo nombró la versión LXX o de los Setenta significa simple y sencillamente el Predicador o la persona que habla a un asamblea, fue un observador acucioso de la realidad.
Dotado con una profunda sabiduría para resolver enigmas complejos, el monarca sabio de Israel nos legó un breve, pero completo volumen de la Escritura que nos auxilia grandemente para entender la contradictoria realidad que vive el hombre a su paso por la tierra, por cierto sumamente breve.
El Predicador afirma que en este mundo o bajo el sol no hay nada nuevo. Dice que nada habrá que antes no haya habido y que nada se hará que antes no se haya hecho. Es decir, en este mundo nunca asistimos a un hecho o suceso que antes no hay acontecido o en otras palabras los seres humanos vivimos en una perpetua monotonía.
Su afirmación la sustenta en que pasa una generación y viene otra y la tierra sigue aquí. El sol se levanta, avanza y finalmente llega a su lugar, de donde vuelve a levantarse. Lo mismo el viento: va siempre dando vueltas y retorna a sus giros y ni que decir de los ríos que siempre van al mar y éste nunca se llena.
Salomón no está peleado con la vida, tampoco es un pesimista empedernido, ni tampoco trata de hacernos caer en la depresión o en la falta de esperanza mientras transitamos en este mundo. Todo lo contrario: quiere llevarnos a entender nuestra realidad para que a partir de allí podamos trazar un estilo de vida que no nos haga parte de la repetición de situaciones que nos hagan de la existencia un fastidio.
Salomón nos lleva a uno de los origenes del cansancio y fatiga emocional en todos los seres humanos: cuando se repiten los mismos patrones, roles o situaciones con diferentes actores. Cuando solo cambian, tal vez los tiempos, pero en esencia todo sigue siendo igual y nada muta.
La monotonía nos puede arrojar a los brazos del aburrimiento y el aburrimiento nos puede conducir a la desesperanza para finalmente convertirnos en seres que viven por vivir, sin ninguna expectativa, sin ningún plan, sin nada que aprender en esta vida y eso nos lleva a vivir como si estuviéramos muertos.
Salomón quiere que vivamos encendidos teniendo una razón para vivir. Que logremos dar el salto de esta sombría realidad en la que nada cambia, instalados en la fe que nos ayuda a vivir completamente seguros del mundo venidero.