La Biblia dice en Job 2:10
Y dijo él: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
Introducción
El libro de Job es uno los volúmenes de la Biblia que mejor retrata la reacción de las personas ante el infortunio. Tanto de quien lo vive como de quienes tratan de entender, comprender y asimilar las calamidades, buscando una respuesta a los males que llegan a la vida de las personas para intentar consolarlas.
Es un hecho que los bienes no tienen problema alguno en explicarse, aunque a la hora de dictaminar porque una persona cosecha tantos, se puede errar, pero a casi nadie deja pasmado ver a alguien incrementando los bienes materiales que generalmente es la manera en que se mide si a una persona le está yendo bien.
El problema radica cuándo a la vida de alguien llegan males, desgracias, calamidades, infortunios y una serie de sucesos que ponen a prueba su resistencia emocional. La enfermedad, la muerte, la pobreza repentina y el dolor o sufrimiento llegan de golpe a la vida de los seres humanos y eso hace que se pierda la ilusión de tener el control de la vida.
Es en ese momento cuando todos quieren una explicación o cuando todos necesitan saber porque están viviendo esa clase de contrariedades muchas veces no hay una sola respuesta, pero ninguna de ellas da en el clavo o interpreta correctamente la tribulación que esta viviendo.
El libro de Job nos ofrece un testimonio personal de lo que sucedió cuando la esposa de Job supo que había perdido a todos sus hijos y todos sus bienes materiales. La reacción de ella fue equivocada a la hora de conocer que de la noche a la mañana habían quedado sin hijos y sin riqueza.
Uno de los grandes sufrimientos que hay en esta vida es justamente el de una madre que pierde a su hijo, pero sin duda perder a todos ellos de un día para otro es terriblemente doloroso e inexplicable y eso fue lo que sucedió con la consorte del patriarca que reaccionó fuera de sí ante la calamidad.
El libro de Job nos conduce de una manera muy seria en este tema del dolor y sufrimiento para hacernos ver que la vida no solo tiene bienes, también tiene males y ambos se intercalan en la vida de los seres humanos. A veces hay lapsos de muchos bienes y luego épocas de males.
Saber sortear ambas es la manifestación de que la sensatez ha llegado a nuestra vida. Rechazar los males y solo aceptar los bienes es una grave falla en nuestra vida, debemos estar dispuestos a recibir ambos, aun cuando los primeros nos hacen sufrir mucho y nos llevan a dolores de toda clase.
La necedad de solo esperar bienes y no males
A. De Dios vienen bienes
B. De Dios vienen males
Job le dijo a su esposa cuando se enfadó por los males recibidos que se había conducido como una mujer fatua, la palabra fatua se traduce también como necia. Algunas versiones optan por usar tonta y algunas más fuertes lo traducen como estúpida. De esa forma Job quería hacerle ver a su amada esposa que acaba de cometer una temeridad.
A. De Dios vienen los bienes
Los bienes son recibidos con alegría por casi todos los seres humanos. Digo casi porque hay un grupo de personas, mínimo, pero lo hay que aunque reciban bienes no pueden dejar su amargura, sin embargo los bienes son bienvenidos en todo el mundo. Nadie se queja por ellos y en muchas ocasiones nadie busca una explicación por ellos.
Cuando uno habla de bienes uno debe saber que esa palabra abarca desde todo lo bueno que a una persona le puede pasar tener un casa, tener hijos responsables, una esposa amorosa y comprensiva, tener salud y por supuesto tener dinero para una casa, automóvil y todo lo necesario para bien vivir.
En el caso de Job, era un hombre excesivamente bendecido. Tenía una hacienda prospera, muchos empleados, una familia numerosa y salud. Era en pocas palabras un hombre bendecido. El producto de su trabajo fue bendecido por Dios y gracias a ello se multiplicó de una manera prodigiosa.
Él tenía claro que todo eso venía de la mano de Dios. Estaba en concordancia con lo que dice Santiago que toda buena dádiva y todo don perfecto procede del Padre de las luces en el cual no hay mudanza ni sombra de variación.
Todos vivimos contentos con los bienes. No hay queja ni molestia por ellos. No reparamos en que son temporales y no pueden convertirse en nuestra confianza absoluta porque en cualquier momento pueden desaparecer y si nuestro corazón está en ellos podemos sufrir mucho más.
B. De Dios vienen los males
Esta es una afirmación muy fuerte y difícil de aceptar porque concebimos a Dios como un ser que solo envía bienes y que difícilmente dejará que nuestra vida atraviese en medio de males que afecten nuestra vida, pero la afirmación de Job en el texto que hoy estudiamos nos lleva a pensar que si bien no se originan en él, los permite.
Y es que los males nadie los quiere. En cuanto llegan todos piden explicaciones, pero ellos se plantan frente a nosotros y nos dejan perplejos porque estamos enseñados y educados a solo esperar bienes. Eso fue lo que le sucedió a la mujer de Job que ante el infortunio familiar se molestó con Job.
Pero uno debe estar consciente de que los males forman parte de la vida, llegarán tarde o temprano. Se manifestarán y uno debe estar atento para saber identificarlos y suplicarle a Dios fuerzas para luchar contra ellos, cuando se puede luchar contra ellos y cuando no, sabiduría para aprender a vivir con ellos.
Al final de cuentas forman parte de la misma moneda. La vida viene etiquetada con bienes y males. Entre mezclados, a veces en cantidades que no podemos comprender. Quisiéramos que siempre tuviéramos más bienes que males y en ocasiones deseamos fervientemente menos males que bienes.