La Biblia dice en Efesios 6:18

“Oren también por mí, para que Dios me dé las palabras que debo decir, y para que pueda hablar con valor y dar así a conocer el secreto del mensaje de salvación.”

Los creyentes de la ciudad de Éfeso conocieron de primera mano las dificultades que el apóstol Pablo enfrentó para predicar el evangelio no solo allí, sino casi en todos los lugares donde se presentaba llevando las buenas nuevas de salvación para los gentiles a quienes Dios los había enviado.

En su primera carta a los Corintios revela con nitidez el gran conflicto que vivió justamente entre los Efesios al escribirles que “he luchado con las fieras en Éfeso” de tal suerte que en ese desigual combate idéntico al de los gladiadores que enfrentaban leones hambrientos, pensó que no saldría con vida y por esos admitió que había perdido su esperanza de vivir.

Por esa y otras muchas razones cuando les escribe a sus amigos, conocidos y hermanos de la iglesia de los Efesios les pide que eleven una oración por su vida para que logre tres objetivos: 1. Para tener las palabras que debía decir. 2. Para tener valentía ante los adversarios y 3. Para dar a conocer el secreto del mensaje de salvación.

Pablo era un hombre consagrado a la oración, pero tuvo la modestia y la humildad de reconocer que necesitaba que oraran por él. La oración es fundamental en la vida de quienes comparten el evangelio porque su vida está expuesta a toda clase de peligros y situaciones adversas.

La obra de Dios se hace con oración. Nadie quien sirve a la iglesia puede hacerlo con sus propias fuerzas, requiere necesariamente el auxilio divino que viene de la oración y el clamor que por él o por ella se levante y en eso Pablo nos da ejemplo al pedir a la iglesia de Éfeso que pidieran al Señor por su vida.

Los súper hombres no existen en el cuerpo de Cristo. Lo que si hay y en demasía son seres que han decidido dedicar su vida al servicio del Señor y requieren con urgencia ser bañados en oración para que Dios los respalde, les de fuerzas y sobre todo valor para continuar pese a las adversidades.

El apóstol Pablo nos deja un hermoso ejemplo de la necesidad imperante en la iglesia. Orar unos por otros. Bendecirnos porque la acechanzas del maligno están a la orden del día y es indispensable hacer rogativas, súplicas y acciones de gracias por todos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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